Alegría y gozo en la espera

Domingo 1º de Adviento. Ciclo A.

Por: Rosa María Belda Moreno. Mujeres y Teología de Ciudad Real.

Recuerdo la niña que fui, el gozo de esperar que llegara, los días antes, el gusto por saber que pronto era Navidad. Siento nostalgia de esos sentimientos de niña. ¿Cuánto experimentamos hoy la alegría y el gozo en la espera? Vamos deprisa, deprisa, robando tiempo al tiempo, y cuando nos damos cuenta, llenos de trabajos y de azares, casi sin saberlo, sin presentirlo y sin gustarlo, llega Él.

De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas

En la lectura de Isaías 2, 1-5, se nos anuncia un tiempo nuevo, en el que todo cambiará. Hoy oímos este mensaje y no sé cuánto nos penetra. Sí, vendrá otro tiempo nuevo, y lo imposible se hará posible. Hay demasiado sinsentido. Violencia, guerra, pobreza, exclusión, vacío, enfermedad, desgracias. El mundo está roto, sangrando, y parece casi ingenuo pensar que cambiará. Sin embargo, somos partícipes de una promesa. Cuando pienso en lo grande de nuestra fe, en ese Dios Padre-Madre que nos toma en la palma de su mano, no puedo dejar de sentir un cierto cosquilleo. Siento el deseo de recuperar la ilusión primera, de apostar por creer con un corazón nuevo, más preparado y sereno, más acogedor y sincero, más atento y despejado para las cosas de Dios, para el Misterio de su Ser-Con-Nosotros.

La noche está avanzada, el día se echa encima”

Pablo, en Romanos 13, 11-14a invita a despertarnos del sueño, a conducirnos con dignidad, a dejar las actividades de las tinieblas. Y es que, la oscuridad ya se ha cobrado muchas víctimas. Son todos los desposeídos de esta Tierra, expoliados por los sistemas injustos de los que todos somos partícipes. También hay noche en cada cual, la oscuridad de nuestro corazón, que tiene sus recovecos en los que escondemos miserias de todos los colores. ¡Qué bonita llamada la de Pablo!: “Vestíos del Señor Jesucristo”. ¿Podremos algún día, comprender un poco más lo que esto significa? Para mí es dejar que sea Él quien me haga, quien encienda mi luz de dentro a fuera.

Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”

El Evangelio de Mateo (24, 37-44), se escribe en un contexto de persecución en el que toca utilizar este lenguaje. En nuestro aquí y ahora, conecta para mí con esa llamada a pararme y contemplar lo que viene. Degustar que está ya cerca el día en que celebramos que Dios se hace de carne, se mezcla con lo humano hasta sufrir lo mismo que tú, que yo. Habitará entre los pobres, entre los excluidos. Estará al lado de los que lloran, de los enfermos, de los que son perseguidos. Hasta de la muerte nos rescatará. Ese Dios nuestro, va a venir. Está ya cerca.

Tal vez somos ya adultos serios y responsables, ocupados y preocupados por tantas cosas. Tal vez tengamos la tentación de vivir como uno más este Adviento. Tal vez ni siquiera nos damos cuenta de que comienza ya. Sin embargo, también es posible que oigamos la fuerza de la Palabra, y nos dejemos acaparar por ella, que conectando con lo profundo recuperemos las ilusiones primeras, transformadas por la consciencia pero originales en su frescura y luminosidad. Porque es este un tiempo de alegría y gozo, es la espera que anticipa el Regalo. Vale la pena vivirlo en plenitud.

 

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