Amor – Amistad – Fecundidad

Amor amistad fecundidad

VI Domingo de Pascua. Ciclo B

Por: Josefina Oller. Vita et Pax. Guatemala

Seguimos en este domingo sexto de Pascua, escuchando el discurso de la última Cena que hemos venido saboreando en estas últimas semanas y que tiene hoy aires de despedida y exigencias testamentarias, pronto celebraremos la Ascensión. Nos acercamos hoy al corazón del mensaje de Jesús y a la motivación más profunda de su vida. Estamos en el punto más elevado del Nuevo Testamento: el círculo trinitario: el amor que procede del Padre, pasa a través del Corazón de Jesús y por el Espíritu Santo, llega hasta la comunidad de sus discípulos y discípulas.

Hablar del amor de Dios es tema inagotable e inalcanzable. Nunca nos cansaremos de admirarlo en sus obras, en su infinita misericordia, en su ilimitada bondad. Un amor que nos sorprende, que traspasa fronteras, que rompe esquemas, que descoloca.

Un amor que con su sabia pedagogía y a través de quien menos pensamos, nos conduce a la universalidad. Lo vemos hoy en la primera lectura de los Hechos en la que se nos relata la “conversión” de Pedro y la llegada del Espíritu Santo a una comunidad de paganos.

Los apóstoles fueron comprendiendo a lo largo de su andadura evangelizadora, cuál era la mentalidad de Dios que ya les había revelado Jesús pero que no llegaban a captar. Todavía tenían que ir descubriendo los secretos de la Escritura. Y fueron ayudados en este proceso cabalmente por gente a quien el Señor acepta “porque lo teme y practica la justicia” sea de la condición que sea, como le pasó al mismo Jesús con la sirofenicia.

Y los versículos del Evangelio de este domingo pascual están impregnados de este amor. Jesús no sabe decir otra cosa, da vueltas y más vueltas invitando a permanecer en este amor. Sabe bien lo que significa ser amado por el Padre, el gozo de estar sumergido en El, y quiere y desea que “sus amigos” compartan ese mismo gozo, que experimenten sentirse amados por el “ABBA”. Claro que para ello hay unas condiciones.

Como el Hijo, hay que ser obedientes a la voluntad del Padre, hay que cumplir sus mandamientos. Es una paradoja porque el amor no admite condiciones, es libre, nadie puede obligar a nadie a que le ame. Pero Jesús sí se ha atrevido, por qué?

Porque no manda otra cosa que amar: “ámense los unos a los otros como yo les he amado”. Jesús entiende que “cumplir los mandamientos” cuya síntesis nos transmitió : -“el primer mandamiento amar a Dios con toda tu mente, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas y el segundo, semejante al primero: y al prójimo como ti mismo” (Mc. 12 28-31) y que en la Cena de despedida lo completó: “ámense como YO LES HE AMADO”, – es lo mejor que pueden vivir “sus amigos” entre ellos y el bien más grande que pueden ofrecer a la hora de difundir el mensaje evangelizador.

¡Qué maravilloso sería que esta “obligación” de amar, el amor obediente, el amor entregado al proyecto del Padre fuera siempre el modo de estar en el mundo de las comunidades cristianas, plenamente identificadas en Cristo Jesús, permaneciendo en El y desde El, dar fruto abundante.
Es la obsesión de S. Juan hasta el final de su vida y expresada con exigente suavidad en sus cartas.

Es también la exigencia del Papa Francisco, quien en su última exhortación “GAUDEMUS ET EXUELTEMUS” dice reflexionando
el texto de Mt.25.31-46: “ante la contundencia de estos pedidos de Jesús es mi deber rogar a los cristianos que los acepten y los reciban con sincera apertura…” GE.97

La verdad es que nuestra sociedad necesita beber de este manantial: lo tiene al alcance pero no se acerca, lo rehúye. Si los mandamientos del Señor son justos, perfectos, descanso del alma, si alegran el corazón, (cfr. Sal. 19) ¿por qué será que no son norma general de convivencia humana y de fraterna solidaridad? Para los seguidores de Jesús, elegidos por El , destinados a dar fruto, inmersos en las estructuras del mundo, es urgente tarea evangelizadora infiltrar este amor en acción, este amor servicio, hecho realidad de mil manaras sencillas y en variedad de iniciativas que lo hagan visible y operante.

“Todo cuanto pidan al padre en mi nombre se lo concederá”: pidamos pues en nombre de Jesús para todas las comunidades cristianas un corazón cada vez más identificado al suyo para que, en nuestras obras resplandezca el AMOR.

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