Arco Iris en la noche

FIESTA DE LA EPIFANIA. 6 ENERO 2017

Por: Mª Auxiliadora Fernández Fernández. “Mujeres y Teología” Ciudad Real

Epifanía: Nuestro Dios no es “propiedad privada”, es un Dios universal que ofrece su salvación sin distinciones ni exclusiones. “También los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo”.

Mientras que a los “reyes” de nuestro mundo les encanta cerrar fronteras, poner concertinas y un largo y sangriento etcétera, a un Niño débil, envuelto en pañales, desde un establo –donde siempre huele mal-, se le ocurre regalar a raudales la Salvación. Un Niño que, desde su debilidad, destruye todas las fronteras, derriba todas las vallas, rompe todos los muros y, muy sencillamente, se regala a toda la humanidad. Un poco desconcertante es este Niño ¿no? A mí con frecuencia, así me lo parece pero, ¡Bendito desconcierto!

Epifanía: Los Magos se debieron quedar “de piedra” cuando llegaran al Establo. Venían pensando en adorar a un rey, y se encontraron con una pareja de emigrantes cuidando a un Niño, que llegaron obligados por la ley del Emperador, a salir de su pueblo y no les quedó más remedio que alojarse en un Establo, porque nadie les abrió las puertas; estaba todo completo….

Y la historia parece que tercamente, se repite: Para la gente empobrecida, casi nunca hay sitio en las posadas de nuestro mundo rico. Pero fue en un Establo, y sólo ahí, donde se paró la Estrella que guiaba a los Magos. También un poco desconcertante, pues, según la lógica humana, la Estrella se debía haber parado en el palacio de Herodes, ¿no? Pero la Estrella los condujo justo al sitio preciso: el lugar -los lugares- donde hoy se sigue manifestando la Salvación. ¡Bendito desconcierto!

Epifanía: ¡Convertirnos en estrellas! Esta es la llamada para quienes hemos tenido la gran suerte de acoger el regalo gratuito de la fe; para quienes intentamos seguir vislumbrando la Estrella, aún en medio de tantas estrellas fugaces que invaden nuestro universo y que a veces, hasta nos pueden entontecer.

Pero para vislumbrar la Estrella es preciso levantar la cabeza, “Levanta la vista en torno”, nos dice el Profeta. Levantar la cabeza para poder ver con absoluta nitidez, dónde están situados los establos de nuestro entorno. Y correr a adorarlos, acogiendo, comprendiendo, derramando ternura, ofreciéndonos como regalo.

A los Magos les mereció la pena el viaje, a pesar de tener que afrontar multitud de incidencias, dudas y hasta algún que otro fracaso. Se encontraron con Jesús, quedaron transformados y “Se marcharon a su tierra por otro camino”. El palacio de Herodes se les quedó pequeño, frente a lo que habían experimentado en Belén, porque, aunque el viaje sea duro, los Establos nos transforman acompasando nuestra vida al aire del Niño de Belén.

¡Convertirnos en estrellas! ES LA TAREA. “Las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos”. Y por ello, porque estamos construidas y construidos de Esperanza, porque amamos, no cejamos de intentar honestamente Arcos Iris en la noche. Lo nuestro es lo imposible, porque se hizo posible en la ternura de un Niño.

Hasta que “Florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna”, seguiremos.

 

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