Bienaventurados los pobres, los olvidados de la tierra

Domingo IV T.O. Ciclo A

Por: Ascensión de Vicente. Vita et Pax. Madrid

Seguimos con el Tiempo Ordinario, tiempo importante, pues nuestra vida transcurre en la realidad de cada día la que nos toca vivir a cada uno/a. La Iglesia nos propone este año el  Evangelio de Mateo, que nos ayuda a seguir profundizando en  el Mensaje de Jesús a través de su vida pública.

Poco sabemos de los años que Jesús vivió en  Nazaret, pero sí, podemos vislumbrar  cómo a través de una vida ordinaria fue forjando la llamada de Dios para anunciar la llegada del Reino.

Hoy la liturgia nos ofrece la puesta en marcha de esa Misión, y nos lo presenta de una manera solemne, sube a la Montaña, se sienta y comienza a proclamar LAS BIENAVENTURANZAS. Sabemos que con ello los  seguidores de Jesús tendríamos suficiente, es un programa completo para vivir y construir su Reino. Llegan a lo más profundo de nuestro ser de creyentes.

Sofonías en la 1ª lectura también nos invita a vivir en la humildad y la sencillez, practicando la justicia y la moderación, es como una preparación a lo que Jesús va a ofrecernos en el Sermón de la Montaña.

Qué significa hoy ser pobres. Pobres son los que carecen de todo y ponen su confianza en Dios. Contemplando la realidad podemos afirmar que pobres son aquellos que viven al margen de la realidad, los desposeídos de la tierra, los hambrientos, los emigrantes y exilados, los que no tienen trabajo, ni techo, excluidos de nuestra sociedad.

Jesús sigue diciéndonos quiénes son dichosos, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón los que trabajan por la paz, los perseguidos…….

Cómo  podemos traducir al lenguaje de hoy las Bienaventuranzas. Cómo interpretar y vivir la mansedumbre, la compasión, la búsqueda de la justicia, de la igualdad. Cómo ser misericordiosos. El Papa Francisco en su deseo profundo de hacer una Iglesia misericordiosa, nos hizo la propuesta de celebrar el año de la Misericordia que acabamos de clausurar y en ella no ha ahorrado ocasión de invitarnos a vivir la misericordia, a ser misericordiosos como centro de nuestra vida cristiana. ¿Hemos comprendido el mensaje del Papa? ¿Nos hemos hecho planteamientos concretos en nuestro ser de cristianos? ¿Hemos aprovechado ese momento de gracia?

Ser constructores de PAZ, esa paz de la que tanto hablamos y tan pocos resultados constatamos. Cada día parece que estamos más lejos de lograrlo, vivimos en una guerra permanente según frase del propio Papa Francisco. No puede haber Paz si no hay justicia, y estamos también muy lejos de esta realidad.

“Estad alegres y contentos… -termina Jesús en el monte- porque vuestros nombres están escritos en el Cielo”.

Qué hermoso el Sermón de la Montaña… ¿qué sería del mundo, si cada creyente intentara  vivirlo? Necesitamos ser conscientes de que Dios no ha elegido a los sabios del mundo, sino a la gente sencilla, “en Cristo Jesús hemos sido hechos sabiduría, justicia y salvación”. De esta manera podemos creer que sí, podemos entrar o continuar en el camino que nos propone Jesús. Podemos ir dando pasos colaborando con ello a la llegada del Reino, Reino de justicia, amor y paz.

Terminamos haciendo nuestra la oración del Salmo 145: “El Señor hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos.  El Señor libera a los cautivos”.

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