Confesión e incomprensión de Pedro

San Pedro y San Pablo. Ciclo A

Por: Félix Felipe. Sacerdote Secular. Zaragoza

Confesión e incomprensión de Pedro

La confesión de Pedro se convierte en prototipo de todos los creyentes. Por eso, puede resultar iluminador contemplar el proceso que recorrió Pedro en la comprensión y seguimiento de Jesús de Nazaret. Estas son las etapas más significativas. 

Pedro expresa su fe en Jesús, pero no acepta la práctica que se deriva de ella: «ser siervo de Yahvé», «el camino de la cruz». Es una profesión incompleta. No hay coherencia entre lo que creemos y lo que vivimos. El primer paso, que nos exige la fe, es salir de la situación de autosuficiencia y reconocer humildemente nuestra ignorancia del misterio de Cristo.

En el evangelio aparece un Pedro generoso y desprendido, incluso un Pedro dispuesto a morir por Jesús; pero es un Pedro con excesiva confianza y seguridad en sí mismo. Pero se olvida de su debilidad, que él también ha de recibir el don de la fe de Dios. Tan pronto como uno se supervalora a sí mismo y deja de poner su confianza en el Señor, se termina negando a su Señor.

 Crisis del huerto

En el huerto comienza el proceso de crisis y de desconcierto de Pedro. Pedro, el fuerte, el que no tenía miedo; que ha conocido la firmeza de Jesús en las discusiones con los fariseos, no logra soportar a un Jesús débil, y comienza a derrumbarse el mito del Maestro, como el que siempre ganaba. A nosotros, que a veces solemos dar culto al ídolo de la fuerza y el poder, nos deja perplejos al constatar la debilidad, la fragilidad; pero la Biblia es muy humana y nos presenta la debilidad de Moisés, los profetas, el siervo de Yahvé, a Jesús… Pedro contempla ahora a un Jesús deshecho por la tristeza. Y le surge la duda inquietante, ¿cómo puede estar Dios en este hombre, que demuestra tanta fragilidad?

No hay que perder de vista que Pedro había sido educado por el AT a ver a un Dios grande, poderoso y lo transfería a Jesús. Y ahora ve tanta debilidad… La debilidad de Jesús, que Pedro contempla, hace interiormente derrumbarse, porque es contraria a la idea de Dios y del Reino que tenía. Su idea de Dios se desmorona; ya no es potente, ni bueno, ni justo, no quiere salvar a Jesús. La confusión de Pedro es total, como quedó expresada en sus negaciones.

Pedro no se entiende ni a sí mismo, ni a Dios, ni al proceder de Dios. El dilema de Pedro puede expresarse de esta manera: Pedro quería salvar a Jesús, pero era en realidad Jesús quien quería salvar a Pedro, y este tenía que

llegar a la convicción de que él era el salvado, el perdonado por Jesús. Por tanto, si quiere evangelizar, tiene que tener una comprensión ilimitada de la misericordia salvífica y una capacidad sin límites de comprensión por sus hermanos.

 La experiencia de dejarse amar

 Pedro comprende y reconoce quién es él en realidad y capta el Evangelio como gracia y a Dios como amor ofrecido sin límites, amor gratuito, que no condena, ni reprocha, ni acusa. La mirada, con que mira Jesús a Pedro, después de que este le negase, no fue una mirada acusadora, ni amonestadora, sino de amor y de misericordia. Pedro tiene que hacer la experiencia la más fácil y la más difícil: dejarse amar. Hasta entonces había sido el primero en hacer algo, pero ahora comprende: que ante Dios no puede, sino dejarse amar, dejarse salvar, dejarse perdonar.

 

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