Dichoso quien camina en la voluntad del Señor

Domingo VI del TO, Ciclo A

Por: Cecilia Pérez. Vita et Pax. Valencia

Siempre me han interpelado estos libros que nos hablan de una sabiduría que sobrepasa nuestros límites y se cuela en nuestro interior como soplo de Dios, soplo del Espíritu que nos ilumina.

En la lectura de hoy del libro del Eclesiástico estamos frente a un maravilloso ejercicio de libertad cuando comienza diciendo “si quieres”. Es la introducción a la Palabra de Dios de este domingo que plantea un tema que va desarrollándose y ampliándose en profundidad.

Justo es preguntarse ¿Qué quiero? ¿dónde están puestos mis deseos, mis intenciones, mis riesgos, mis compromisos…?

Porque puedo elegir. Porque soy libre. Es más de lo que cualquier otra oferta se atrevería a proponer: “delante del hombre están muerte y vida” y esto no es cosa baladí.

El producto de mis actos, el ejercicio de mi voluntad, mis prioridades, mi escala de valores en la vida, son fruto de esa libertad que me constituye persona y que es don de una sabiduría eterna e inconmensurable, y solo responsabilidad en este caso, mía; en cualquier otro, de cada cual.

No puedo engañarme y pensar que otras circunstancias, otros momentos, otras personas cambiarían el resultado de mi actuar, la honradez de mis intenciones, la verdad de mi vida.

También en la 1 Carta a los Corintios la liturgia de hoy vuelve a insistir en el tema de la sabiduría y nos recuerda que la de Dios no se parece en nada a la del mundo, calificándola de misteriosa, escondida… , revelada por el Espíritu para nosotros, los que amamos a Dios, y predestinada para nuestra gloria.

¿Por qué las personas seguiremos guiando, conduciendo la historia de nuestro mundo por nuestra sabiduría que en definitiva es pobre e inconsistente?

El Sermón del Monte se hace poema, se hace oración en este Salmo 118; el salmista proclama que sabe dónde encontrar la felicidad: caminando en la voluntad del Señor y buscándole de todo corazón. Maravillosa oración de petición: ábreme los ojos, muéstrame tus leyes, enséñame a cumplir tu voluntad.

Aquí el secreto, en definitiva, enséñame a usar mi libertad.

¡Si está tan claro!

Y al final, en el Evangelio, Jesús replantea a sus oyentes y nos replantea los Mandamientos de la Ley, la puesta en práctica, de nuevo, de esa voluntad de Dios que orienta y enriquece nuestra vida, la resitúa frente a la hipocresía, la ofensa, el escándalo y junto al respeto a la vida, la dignidad del ser humano, el perdón, la reconciliación, la integridad, la verdad.

¡Vaya repaso a los Mandamientos, a la Ley de Dios que es la Ley del amor. Vaya manera de ejercer la libertad, de elegir la vida y no la muerte!

Y“si cuando vas a ofrecer tu ofrenda…” y si cuando vas a la Eucaristía… y si quieres de verdad vivir la Eucaristía y ser de los míos…, “te acuerdas de que alguien tiene algo contra ti…”

¿Alguien, muchos…?

¡Enséñame a cumplir tu voluntad, a usar bien mi libertad. A elegir VIDA, Señor!

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