El Señor te bendiga y te proteja

Santa María, madre de Dios. 1 Enero 2017

Por: Rosa María Belda Moreno. Mujeres y Teología, Ciudad Real

Lectura del libro de los Números (6,22-27): 

El señor te bendiga y te protejaEn este fragmento del Antiguo Testamento, así como en el salmo 66 del que hoy leemos una adaptación, se recoge y se ahonda en una bendición. Este bendecir, decir-bien, es una joya que reluce y que invita a ser distribuida, de unas a otras, sin olvidar dedicárnosla a nosotras mismas. Este primer día del año es un momento simbólico en el que dan ganas de dejar lo viejo, lo oscuro, lo enredoso, y adentrarnos en la luz.

“El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti”. Hoy levantaremos nuestro rostro para recibir la luz y la paz, porque toca comenzar de nuevo, reunir nuestras fortalezas y emprender el servicio con un corazón novedoso. 

Lectura de la carta del apóstol S.Pablo a los Gálatas (4,4-7):

En la segunda lectura, Pablo nos recuerda esta cuestión fundamental: “Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: “¡Abba, Padre!”. Este Espíritu es liberador. Interpretándolo desde nuestra realidad, podríamos decir que si nos sentimos esclavas, hay que decir “hasta aquí”, “basta ya”. En este momento inicial del año, con más fuerza, como si fuera el gran propósito. Ante tantos pesos y pesadumbres que arrastramos, Pablo diría: “Pon límite”. Porque somos hijas, y no esclavas. Mujeres libres llamadas, eso sí, a ser constructoras del Reino.

Lectura del evangelio según san Lucas (2,16-21):

En este fragmento del Evangelio, volvemos otra vez a Belén y miramos a los testigos del gran acontecimiento. Los pastores son dignos de admiración por lo que cuentan del niño. María hace silencio, imaginamos que sin entender demasiado, acogiendo lo que le desborda. En el texto se habla de alabanza, de esa que regateamos tanto. En nuestras oraciones y comentarios, tal vez podemos agradecer y alabar más, creyendo de verdad que la Navidad es un tiempo único y haciéndola así de carácter perenne.

Por último, para que este Dios forme parte de nuestra historia, falta algo más. Cumplir con el rito de la circuncisión, donde recibe el nombre con el que caminará acompañándonos y consolándonos.

No le faltó detalle para ser humano entre los humanos. Y es Dios, y está aquí, entre nosotras.

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