Jericó, ciudad de victorias

Jericó ciudad de victorias

Domingo XXXI del TO, ciclo C

Por: Jose Oller. Vita et Pax. Guatemala.

Con un esfuerzo imaginativo –como si presentes nos halláramos- aterrizamos en Jericó, ciudad que, según dicen, es un maravilloso oasis en medio de un paisaje desértico. Ciudad bíblica en la que han ocurrido acontecimientos espléndidos de victoriosa salvación: uno de los principales en el Antiguo Testamento fue  su conquista por parte de los israelitas y la caída en su  poder  al desprenderse espectacularmente las  murallas. Ya en el Nuevo Testamento, nos cuentan los evangelistas otros relatos yendo o viniendo Jesús de Jericó: por ejemplo el buen samaritano, el ciego de nacimiento.

Hoy nos conduce la liturgia a contemplar otro importantísimo episodio, hecho de imágenes casi imperceptibles por la multitud que rodeaba a Jesús, pero buscando verle por parte de un  -bajo de estatura-  recaudador de impuestos, jefe de recaudadores y por lo tanto muy rico y también por lo mismo, despreciado y marginado por el pueblo.

Además de su curiosidad por ver a Jesús sin duda “algo” ardía en su corazón, -Dios lleva siempre la delantera aunque no seamos conscientes de ello-. Zaqueo tiene impulsos de correr y subirse a un  sicómoro para verle pasar. No le importa si hace el ridículo pero posiblemente la gente ni se da cuenta. Sin embargo Jesús –siempre atento a lo que ocurre a su alrededor-  sí lo ve, lo mira y le ordena: “Zaqueo, baja que hoy tengo  que hospedarme en tu casa”. El relato adquiere aquí  velocidad en varios sentidos: Zaqueo baja, rápidamente,  acoge a Jesús en su casa y lo “acoge al interior de su corazón”, en su morada más profunda, caen sus murallas, caen las escamas de sus ojos, se abren sus oídos: ve y escucha a los “lázaros” que tiene en la puerta, toma conciencia de todo lo que ha extorsionado y le sale espontáneamente manifestar el comienzo de su conversión directa, llegando o mejor, empezando por “el bolsillo”: “devolveré cuatro veces más lo robado, la mitad de mis bienes daré a los pobres”. Curioso. Jesús no ha tenido necesidad de pronunciar palabra, no hace ninguna homilía.  Su sola presencia provoca el milagro. Solo habla Jesús para confirmar su misión ante las críticas de la gente: “Hoy ha entrado la salvación esta casa” claro, ha entrado EL.- “El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.

 Este relato, en su brevedad, es síntesis de la primera lectura y de todo el camino del discipulado que ha venido describiendo hasta aquí, con bellas parábolas  y con exigentes mensajes, el evangelio de Lucas. El libro de la Sabiduría nos presenta a Dios como todopoderoso y al mundo como una insignificancia ante Él. Pero  precisamente porque todo lo puede, puede manifestar su poder compasivamente.  Él ama la VIDA y todas las vidas, a toda persona acoge dentro de su bondad y su misericordia, sea cual sea su condición porque ama todo lo que ha creado. Y esta forma original de actuar se expresa pedagógicamente en el perdón y conduce al arrepentimiento. Zaqueo es un buen ejemplo de ello.

El evangelio de Lucas nos va señalando las exigencias de la auténtica conversión y del seguimiento de Jesús la primera de las cuales es el desprendimiento tanto material como afectivo: “vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres, después VEN Y SÍGUEME”; “no podéis servir a Dios y al dinero”….

Aplicado todo ello a las globales situaciones que estamos viviendo, ¿quién no desearía que hubiera muchas ciudades del mundo que fueran “JERICÓ”  que dejaran entrar la salvación en sus casas y en los corazones de tantos hombres y mujeres, enfermos de egoísmo y de poder, amurallados tras el dinero y cegados por una arrolladora ambición que solo causa pobreza y más pobreza, que margina y oprime; que crea campos de refugiados en lugar de oasis de libertad?  Se creen grandes, pero son “pequeños de estatura”. Ojalá se suban al ÁRBOL DE LA VIDA  que les permita “ver” a este Jesús que está siempre atento a quien le busca y quiere hospedarse en su casa para “derribar muros” y ”hacer caer escamas de los ojos” para liberarles y darles el gozo del perdón y la alegría de la paz. Porque  sigue siendo cierto  que “Dios quiere que todos las personas se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Es misión de quienes tenemos el privilegio de seguir a Jesús, orar y trabajar para que esto pueda llegar a ser.

                 ¡¡¡ SEÑOR, QUE TODAS LAS CRIATURAS SIENTAN TU

           PRESENCIA COMPASIVA Y MISERICORDIOSA EN SUS CORAZONES

     Y REORIENTEN SUS VIDAS HACIA  TI, AMIGO DE LA VIDA Y DE LA PAZ!!!

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