La terapia del perdón

La terapia del perdón

24º Domingo T.O. Ciclo A

Por: Dina Martínez Tello. Vita et Pax. Madrid

Cuando leía los textos de este domingo para hacer el comentario, me iba invadiendo un sentimiento de confianza y de gratitud al constatar que la palabra de Dios nos ofrece, en cada momento, lo que necesitamos.  Es frecuente que, en los medios de comunicación, se hable de casos de violencia: violencia de género, robos, accidentes de tráfico, agresiones sexuales, suicidios… pero además hemos vivido unos días, que no paraban de hablar de los ataques terroristas sufridos en nuestro propio país y por si esto fuera poco, de vez en cuando, nos anunciaban el lanzamiento de un nuevo misil por Corea del Norte. Podemos decir que durante varias semanas respiramos un ambiente que nos iba calando y si no nos protegemos, todo esto puede depositar en nuestros corazones: miedo, rencor, deseos de venganza, tristeza…

Pero estas situaciones, que nos agobian y que parece que nos anuncian el fin del mundo, siempre han existido. Es lo que deja entrever la primera lectura (Eclo 27,30-28,7) y nos invita a perdonar las ofensas y a no dejarnos llevar por el odio y el rencor…

El texto del evangelio (Mt 18,21-35) es explícito y contundente y nos hace una clara descripción de cómo actúa Dios y cómo actuamos los seres humanos en este tema tan importante del perdón. Dios perdona todo, siempre y a todos y a esto nos invita para que seamos fecundos y felices. Estos días he visto varias veces en la TV el abrazo que se dieron el Imán de Rubí y el padre del niño de 3 años que murió en el atentado de La Rambla. Ese gesto me ha hecho sentir a Dios presente entre nosotros, perdonando, consolando y confortando en un momento de violencia y locura humana.

Seguro que todos hemos vivido situaciones en las que hemos acogido o rechazado el perdón y este domingo, puede ser un buen día para tomar conciencia de ello. Rememorar la experiencia y gustar lo que nos aporta el perdón y ser conscientes de lo que nos privamos, cuando no somos capaces de acogerlo o de ofrecerlo.

Hay gente que piensa que perdonar es una debilidad de manera que, si tú me has hecho una mala faena, mi deber es devolverte el mal que me has hecho y así te demuestro que soy fuerte y justo. Sí, esta es la ley que impera en nuestra sociedad moderna: la ley del Talión “ojo por ojo y diente por diente”. El perdonar no está de moda, no se habla mucho de ello en las redes sociales, ni lo facilitan los móviles de última generación; esto solo lo mueve el deseo de ser feliz de verdad y lo consigue el esfuerzo personal, la humildad, la sencillez y sobre todo la experiencia de sentirse perdonado.

Yo creo que en la medida que vamos experimentando en nuestra vida el mensaje del Sal 102 “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia…”, vamos descubriendo que perdonar es una terapia que nos cura a todos, al que perdona y al que recibe y acoge el perdón. Si saboreamos el perdón y lo que éste nos aporta, ya no nos pararemos aunque nos siga costando perdonar y alguna vez le preguntaremos a Jesús: ¿tengo que perdonar otra vez?

El que se siente perdonado es criatura nueva. El que perdona se diviniza.
El que se sabe perdonado, gusta la paz. El que perdona se convierte en instrumento de paz.

Nuestro mundo necesita gente que se sienta perdonada y que perdone. Seguiremos rezando esa bella oración que nos enseñó Jesús: “… perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden…”, para que cada día el Reino de Dios se asiente más entre nosotros.

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