Los regalos de Dios

Por: M. Carmen Martín. Vita et Pax. Ciudad Real.

Estamos en el año de la fe. La propia vida y el don de la fe me han parecido siempre dos regalos de Dios admirables. Regalos que, como todos los de Dios, son sin tasa, sin límite, con generosidad abundante, con derroche, gratuitos, espléndidos…

Tuvo que pasar un poco más de tiempo en mi vida hasta que descubrí otro regalo maravilloso, la capacidad y la posibilidad de pensar la vida y la fe. Pensar supone abrir horizontes, tener espacio suficiente para caminar por la vida, descubrir caminos inéditos. Pensar a Dios y su historia de amor con la humanidad da alas a mi ser.

Pero la cosa no acabó ahí, más adelante descubrí otro regalo más que me maravilló, la facultad de expresar y compartir la vida y la fe, es decir, poner palabra a la experiencia y a la reflexión y con ello, como dijo el gran teólogo, ayudar al ser humano a ser más humano hablándole de Dios con sentido.

Y esto es lo que he hecho en este viaje a Rwanda. Apoyar a Spéciose en la formación de las jóvenes ayudándolas a entrar más profundamente en el Misterio de Dios a través de la Palabra. Para ello hemos tenido como base los cuatro Evangelios.

En la casa de formación estaban Odette y Serafina en su segundo año de formación, Verena que está en primer año, Josiana en discernimiento, Poline que empezará en el próximo septiembre el discernimiento vocacional y Judit que hizo su oblación en diciembre pasado. En resumen, un bello regalo de Dios, un grupo de mujeres con sed de saber, de formarse y de pensar y vivir a Dios de otra manera.

Los regalos de Dios

En el centro de nuestro curso de formación ha estado la Palabra de Dios. Ella es signo evidente del acompañamiento de Dios a la historia humana, a nuestra propia historia personal. Y es así como hemos intentado leerla, captando la presencia arropadora del Padre. Verificar que la Palabra se hace camino en nuestra propia senda es intuir el corazón que late más allá de sus letras y párrafos. Jesús dijo: “Vendremos a él y pondremos nuestra morada en él” (Jn 14,23). La Palabra es la comprobación de esta verdad; no estamos solas, a la intemperie, sino que somos personas cuidadas, acogidas, abrazadas…

Los regalos de Dios

La Palabra nos empujaba a buscar a Dios desde lo más profundo, desde lo que cada una es, con nuestra  historia de dolor y violencia o nuestra historia de paz y alegría. Han sido días para vibrar ante el texto bíblico y estas jóvenes mujeres vibraban porque tenían sed y hambre. Esta sed les hacía “arder el corazón” como lo hizo en otro tiempo en el interior de aquella pareja de Emaús. Y como hizo vibrar también el corazón de aquel otro caminante navarro.

No vamos por libre, leemos la Palabra de Dios en familia, dentro de la familia de Vita et Pax. Para el P. Cornelio la Palabra de Dios fue siempre un pilar donde se asentaba con firmeza la espiritualidad del propio Instituto. En todo momento animaba a que Jesucristo había de ser estudiado y contemplado en toda la Historia de la Salvación referida por las Sagradas Escrituras. En los Estatutos aparece expresado con claridad: Tomarán las Sagradas Escrituras diariamente en sus manos para que en su lectura, acompañada de la oración, se entable el diálogo con Dios y aprendan la sobreeminente ciencia de Cristo. En la Palabra buscarán la iluminación que oriente su vida y actividad: “lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero” (Sal 118,105).

Una espiritualidad como la de Vita et Pax, cuyo centro es Jesucristo, exige un conocimiento perfecto de su persona y su mensaje, sobre todo en sus puntos fundamentales, para ello es imprescindible el acercamiento asiduo a la Palabra de Dios. Como apunta el propio San Pablo: La Escritura dice: ‘La palabra está cerca de ti, la tienes en los labios y en el corazón’. (Rm 10,8).

El P. Cornelio describía así el Evangelio: el Evangelio es el documental sonoro del Maestro. Allí aparece su Vida, sus palabras, sus enseñanzas, su sublime biografía. Si cada uno es lo que lee… ¡qué dicha si nuestra vida fuera un evangelio viviente!. El Evangelio es fuente de verdad. Verdad eterna y lozana, siempre nueva, siempre radiante, siempre sabrosa, nunca agotada. La verdad del Evangelio que no se agota ni se agotará nunca. El Evangelio fuente de felicidad. Las bienaventuranzas son una gran muestra de ello. Nuestra propia experiencia en el seguimiento del Señor lo confirma. La sonrisa que aflora en el alma cuando reinan los criterios de Jesucristo. El Evangelio fuente de amor. Amor de Dios al hombre: “tanto amó Dios al mundo que le dio a su Unigénito”. Amor de los hombres entre sí, expresión de ello es el mandamiento nuevo del amor. El Evangelio une a todos los hombres en el amor.

Las palabras de Jesús son “Espíritu y Vida”, es decir, fuerza y energía para toda persona. No son palabras para la guerra sino para la paz, no son palabras para la muerte sino para la vida. Quizá por eso siguen resonando con toda su fuerza pasados los siglos. A esto nos invita con fuerza y empuje la espiritualidad de Vita et Pax, a ser oyentes de la Palabra. Otro hermoso regalo de Dios.

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