Mis amigos venidos de lejos

Por: Cecilia Pérez. Vita et Pax.Valencia

Es enormemente gratificante para mí, maestra durante 44 años en los cuales he hecho de todo lo que se puede hacer en una escuela, llegar al final de lo que considero la gran etapa profesional de mi vida para encontrarme con otro tipo de aulas y de alumnos.

¿Dónde mejor que en un ambiente que “huele” a tiza puede una persona apasionada de la educación y de la enseñanza encontrarse en su ambiente y en su lugar al llegar a la siguiente etapa, la del júbilo, la de la jubilación?

Pues esa ha sido mi gran suerte, mejor dicho el don con el que me he encontrado al poder seguir enseñando y aprendiendo… Nuevas personas, ahora adultos, nuevas culturas, nuevos intercambios en los que el profesor siente desde el primer día la calidez que quizá al principio no se pueda expresar con palabras pero sí con miradas, con actitudes, con respeto.

Estoy hablando de mis alumnos, inmigrantes en España, en Valencia, que han supuesto y suponen para mí esa riqueza que sólo el ser humano en su humanidad puede ofrecer, acoger, compartir.

Trabajo como voluntaria en CEIMIGRA un centro que ofrece formación de diversos tipos y materias, entre la que se encuentra el aprendizaje de nuestra lengua. Allí, a lo largo de estos últimos cuatro años, he conocido el esfuerzo, el buen ánimo, la inquietud de tantos que se han acercado a nuestro país buscando una vida más sonriente, acogedora y segura.

¿Qué encontraron, qué siguen encontrando? Quisiera creer que una sociedad, las más de las veces, que en principio pudo llenar de expectativas e ilusiones vidas forjadas en dureza y dificultad pero repletas de sueños y “ambiciones” de progreso y bienestar… Continúo preguntándome, ¿ ahora qué?

Dicen que somos un pueblo acogedor y yo puedo sentirlo cuando las circunstancias que dibujan el devenir de los días y las horas son amables y esperanzadas; hoy, el panorama es muy diferente. ¿Somos o no somos  acogedores? ¿pueden sentirse bien a nuestro lado sin sentir el “tufo” de la rivalidad o de la desconfianza?

De todos modos, mis jóvenes y no tan jóvenes amigos venidos del sur, del norte, del este, del oeste y de más allá, me suponen una especial motivación que cubre mis deseos siempre insatisfechos de más y de mejor. La persona en sí, con el bagaje cultural de su raza, de su país, de sus costumbres, de sus necesidades, de su familia; con sus sueños y esperanzas, es  promesa siempre.

Qué hermoso sentir que la integridad, la sencillez, la inteligencia, el amor, el espíritu de superación, el coraje, son equipaje que porta el valor en sí mismo, que ni se compra ni se vende.

Gracias, mis amigos; por encima de las que pueden ser diferencias de color, de lengua, de credo, sé que podemos compartir la grandeza de ser persona; en este momento, aquí. Quizá, allá, en otro.

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