Sabemos dónde está el Señor

Por: Teresa Miñana. Vita et Pax. Valencia. 

2º Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo B

Todavía están sonando en el corazón los sones alegres de los villancicos. También seguimos contemplando, admirados, la mirada inocente de los más pequeños que quieren ver a los Reyes de Oriente, sí, terminamos de vivir un tiempo litúrgico extraordinario en el que se nos ha revelado nuevamente  el amor y la compasión de Dios Padre a cada uno de sus hijos. Y hemos visto y oído a Jesús, el Hijo Predilecto que se nos hacía presente en la sencillez y pobreza del portal de Belén.

En este domingo segundo del tiempo ordinario, la liturgia nos ayuda a no cortar de repente esta posibilidad de contemplación de la realidad amorosa de Dios.  El evangelio de Juan nos presenta una secuencia en la que Juan Bautista presenta a Jesús como el Cordero de Dios, lo cual nos ayuda a nosotros a pasar de las “mieles de Belén” a vislumbrar la posterior realidad: la donación total de Jesús, que llegará hasta entregar la vida para que todos tengamos vida. Juan designa a Jesús como Cordero, como Maestro, como aquel a quien no se atreve a desabrochar la sandalia, como el Salvador, el que va a anunciar que es posible una manera de vivir presidida por la fraternidad.

Jesús acoge el seguimiento de los dos discípulos e inicia un pequeño diálogo que termina con una llamada: “Venid y lo veréis”.

Nosotros sabemos dónde está el Señor y dónde vive porque el evangelio, la buena noticia, nos lo reitera en muchas ocasiones.

Jesús está donde y con quienes han recibido la Luz, la Palabra, porque los ha hecho capaces de ser hijos de Dios.

Está al lado de quienes se empeñan en hacer visible y extender el Reino de Dios: reino de justicia, de vida, de paz, de amor…

Él es y está en el hambriento, el sediento, en el encarcelado, en el enfermo…

Es decir que Jesús está entre los más débiles, los que no cuentan, los que no pretenden grandezas.

Tenemos que preguntarnos  si verdaderamente queremos ir y ver dónde está Jesús para estar con El, para trabajar con El, para consolar como El, para hacer su voluntad.

Hemos rezado muchas veces “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”. Quizá sería interesante que hiciéramos un “ejercicio espiritual” y designáramos a Jesús con aquella palabra que surja de nuestro interior y analizáramos si nuestras actitudes y conductas responden a esa definición. Después, pedirle al Señor que nos siga regalando el don de la fidelidad total.

El deseo de seguir aprendiendo, de ser amables en el servicio, ser sencillos en nuestras relaciones interpersonales es el regalo que hemos recibido en la Epifanía, es el impulso que nos ayuda a comenzar este año 2012 con esperanza y deseo de renovación.

 

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