Ser humanos como Dios quiere, sin más. Y sin menos.

Domingo 22º del T.O. Ciclo B

Por: Paky Lillo. Vita et Pax. Alicante.

Ser humanos quiere Dios

El Salmo nos hace una pregunta ¿Quién será digno/a de estar cerca de Dios? Y de las respuestas que nos ofrece, solo una alusión  a las relaciones con Dios: “los que respetan la voluntad de Dios y rechazan el comportamiento de los impíos, por ser estos, los que practican la injusticia.”

Si unimos la primera lectura con el salmo, podemos sintetizar que: Dios se hace cercano para ayudarnos a que nuestras relaciones humanas sean justas; por eso el que practica la justicia es el que puede estar cerca de Dios.

En la segunda lectura nos dice Santiago que “todo don viene de arriba, del Padre…” pero al Reino del Padre siempre se sube bajando, con los ojos y las manos puestos en los débiles y esto supone la ruptura con la injusticia que impera en nuestra sociedad. Santiago nos hace una petición: “No os dejéis contaminar” por lo de afuera.

Eso intentó Jesús, no dejarse contaminar por el mundo en el que vivía, por las normas, por las tradiciones y realmente quiso poner al hombre en primer lugar; en primer lugar su dignidad, su libertad, su creatividad,… aquello que humanizaba, aquello que lo beneficiaba y si para ello hay que romper con lo que nos rodea, pues se hace; aunque se produzca una crisis.

Y nos sigue diciendo que lo que aleja de Dios es hacerse daño a uno mismo y a los demás. Y nos anima a despegarnos de lo cotidiano.

Los fariseos le cuestionan la pureza, y le presentan la necesidad de separar lo profano de lo sagrado, a lo que les va a manifestar que la impureza nace de la mala relación con los demás. Que lo creado es bueno, Dios nos lo dijo. Lo malo nace de nosotros mismos, no está en la creación.

Y se nos presenta un problema, el haber creído tanto en nuestras tradiciones que la Ley de Dios se ve algo ensombrecida y nos resistimos, a veces inconscientemente, a comprender lo que Jesús nos trasmite.

Y los discípulos tampoco entienden, no entendemos muchas de las cosas de Jesús; y vuelve a la carga y les explica que es la buena o la mala intención del hombre, al hacer uso de las cosas, lo que hace que algo sea agradable o desagradable a Dios. En el fondo todos los sabemos, lo tenemos en nuestro código penal: a la pena del  delito se le suma la existencia de la mala fe.

Cuando nos relajamos y nos dejamos guiar únicamente por las tradiciones y normas, corremos el peligro de construir un Dios egoísta que pide su honor aun a costa del bien del hombre, y en nuestro ofrecimiento podemos justificar la injusticia quitándole al otro lo que en derecho le corresponde.

Lo que realmente nos pide la ley de Dios es una muestra de amor al prójimo concreto respondiendo a una necesidad, su necesidad.

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