Memoria subversiva

El Cuerpo y la Sangre de Cristo, Ciclo C

Por: José Luis Terol. Profesor. Zaragoza

Memoria subversiva

Cuerpo. Las religiones en general han dualizado el mundo y separado radicalmente, mediante un abismo, el cielo de la realidad inmediata y visible. El cristianismo, con la encarnación, tiene en su entraña una dinámica paradógica y escandalosa que hace saltar por los aires este dualismo tan presente en la antropología religiosa. La experiencia cristiana no puede consistir nunca en una huida hacia otro mundo invisible o en la minusvaloración y abandono de la compleja y hermosa realidad creada.

Oración. La corporalidad es esencial en la experiencia cristiana. No es casual que, un banquete en el que simbólicamente comemos el Cuerpo de Jesús y bebemos su Sangre (la Eucaristía), alimentándonos y celebrándolo juntos, constituya la tradición y la experiencia central en la proclamación de nuestra fe.

Rostro. La “nueva alianza” es, por tanto, provocadoramente corporal y humana y, en este sentido, reconfigura la experiencia de Dios porque la vincula a los rostros humanos concretos. Para Jesús, buscar y experimentar el misterio de Dios está indisolublemente vinculado a buscar y experimentar el misterio de los hermanos, de cada rostro y cada hermano concreto.

Pan. Por eso, en este Día Nacional de la Caridad ¿cómo entender hoy el mandato de Jesús “¡dadles vosotros de comer!”? ¿Cómo actualizar en el presente, desde la precariedad y ambigüedad de nuestro seguimiento, la experiencia que permitió a aquellos hombres y mujeres  comer y saciarse todos?

Utopía. ¿Cómo comer y beber el Cuerpo y la Sangre de Jesús –el Cristo- que sólo cobran vida en cuanto banquete compartido, en una sociedad y en una comunidad política que está robando el pan y la sangre de tanta gente? ¿Cómo no manchar el banquete y la mesa de la fraternidad en un momento en el que de nuevo el dios Mamóm, el dios de los poderosos (el déficit, los recortes, el dinero de los usureros…) somete la vida y la dignidad de los seres humanos?  La celebración del banquete de Jesús, la memoria subversiva de su entrega, no parece compatible con la disolución y el desmoronamiento de los vínculos y sistemas que dan contenido al bien común. La fiesta del Corpus, cada celebración de la Eucaristía, tiene de esta manera un dinamismo profundamente utópico y político porque nos remiten siempre a la fraternidad y al cuerpo entero de la comunidad humana.

Silencio. En esta fiesta, tan tergiversada y manipulada tantas veces por palios y signos absolutamente contrarios a su esencia, hagamos silencio ante el Cuerpo entregado y repartido de Jesús –el Señor- para que se nos conceda visibilizar y ejercitar la fraternidad en este momento histórico concreto a pesar de todas nuestras limitaciones y contradicciones.

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