Milagros desde Rwanda

Milagros desde Ruanda

Queridas todas,

¿Cómo estáis? Cómo ya llevo fama de no escribir, seguro que no os ha llamado la atención mi silencio, silencio que, de ninguna manera es sinónimo de falta de recuerdo, cariño y nostalgia. Todas y cada una, con vuestros nombres y circunstancias, vivís en mi cotidiano actual. Un año vivido ahí ha dejado su huella  ya que el roce aumenta el cariño y el mutuo conocimiento. Gracias por la acogida que siempre tuve entre vosotras y eso en los momentos de mi propia fragilidad cuando necesitaba la ayuda para vestir, comer, acompañar etc. y  más tarde en todos los momentos de encuentro que por diversos motivos hemos tenido.

Ya llegué a Ruanda con temblor y temor como hoy nos dice San Pablo en la primera lectura y teniendo como horizonte ser buena noticia para sus amigos como también de ello nos habla el Evangelio de hoy. Mi experiencia me habla de mis incoherencias ya que en tantas ocasiones  he vivido eso: “del dicho al hecho hay un trecho” y seguro que eso va a suceder en esta nueva experiencia africana. Somos así de limitados y frágiles.

¿Impresiones de este reencuentro? Pues de todos tipo.

La primera en el aeropuerto. Al ser blanca pues piensan que todos debemos saber inglés y en dicha lengua  se inicia todo diálogo. Quedaban sorprendidos cuando yo les preguntaba en su propia lengua si sabían kinyarwanda. Tuve la impresión que otro tipo de relación se establecía  de repente. A pesar de haber pasado tantos años en este país venía sin  visado. “una sin papeles cualquiera”  y un poco de miedo ya me daba. Todo fue de maravilla a Dios gracias.

La segunda impresión ha sido de  gozo al ver que la familia de Vita et Pax va creciendo en número, madurez y compromiso. Además y nada más llegar se inició una sesión con cuatro jóvenes que están interesadas en consagrarse al Señor  en Vita et Pax. Así que era una gozada ver la capilla de la casa de formación llena de juventud. Yo la verdad que me sentía un poco “más viejecita” y encima descolorida…

El encuentro con el pueblo sencillo ha sido más duro.  Si en nuestros países desarrollados la pandemia nos ha dejado a ras de suelo económicamente, no os quiero decir cómo están aquí.

El viernes fuimos a Kabuga. El panorama era otro. Estamos en plena estación seca, el polvo tiene 20 cm de espesor ya que la ruta Ruyenzi Gihara están preparándola para ser asfaltada.

Por fin llegamos a Kabuga y lo primero fue pararnos en el proyecto de la canalización del agua de lluvia. Verdaderamente han hecho un gran trabajo, son muchos metros de pared y zanjas de piedra y cemento. Pienso que el problema de destrucción de casas y caminos estará solucionado. Están muy avanzados los trabajos y seguro que para cuando empiece la próxima estación de lluvias todo estará terminado.

Al llegar a  los despachos nuestros amigos estaban esperando a que llegara alguien que se ocupara de ellos. Si en España se habla de problemas de pobreza ¿Que podremos decir de aquí?

No había más que mirar sus caras para ver las carencias de alimentos que tenían. Niños desnutridos con los ojos y las mejillas hundidos  y los vientres bien hinchados. Ancianos apergaminados y demacrados, madres de cuyos senos sus hijos succionaban más y más sin que de ellos saliera nada y provocando el llanto y el desconsuelo más amargo.

Es la época seca, el valle de la Nyabarongo después de haber estado anegado  por las inundaciones del mes de mayo ha producido una capa de tierra dura que no se puede cultivar.

Viendo a aquel grupo de personas que venían buscando algo una mujer del grupo dijo con voz aguda: “Oh, hemos venido con los estómagos vacíos pero con que estés entre nosotros y con verte ya nos sentimos saciados”

Esto que en situaciones normales parecería un halago, produjo en mí un peso  demasiado fuerte. Percibir que alguien está esperando algo para poder seguir viviendo es una responsabilidad que me desborda. Bien es verdad que estamos en el periodo más duro para los que nada tienen. No pueden trabajar para otros, no pueden cortar la caña que les da al menos para comprar un kilo de alubias. Solo las familias que están trabajando en la construcción de la canalización pueden vivir de otra manera.

Tal vez he expresado mi dolor de mala manera pero es lo que sentí y lo que siento de cara a esta época en la que la pandemia y el confinamiento se han agravado.

Aquí solo se celebran misas los domingos y no en todas las parroquias. Durante la semana no hay celebraciones. El toque de queda lo han puesto a las 19 horas y la pandemia va en aumento aunque por las informaciones que me llegan por ahí es más grave.

Besos online para cada una de

Milagros

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