“Morir para Dar Fruto” V Domingo de Cuaresma.
Por: Sagrario Olza.Vita et Pax. Pamplona

Morir para Dar Fruto

Morir para Dar Fruto

Textos Litúrgicos:

Jer 31,31-34
Sal 50
Heb 5,7-9
Jn 12,20-23

Morir para Dar Fruto. Ya estamos en el Domingo V de Cuaresma. Acompañamos a Jesús que se dirige a Jerusalén para celebrar la Pascua. Las autoridades religiosas, preocupadas por lo que Jesús enseñaba, por las señales que hacía (poco antes fueron testigos de la resurrección de Lázaro) y porque mucha gente le seguía, se pusieron de acuerdo para hacerlo desaparecer. Consideraban que todo aquel “movimiento” podía ser un peligro ante las autoridades  romanas. Caifás, que era Sumo Sacerdote aquel año, dijo: “Conviene que uno muera por el Pueblo”.

Jesús es consciente de que ha llegado su hora y no quiere rehuirla.  Será la última consecuencia de su misión.  El evangelista San Juan nos relata las palabras de Jesús en esos momentos:  “Ahora mi alma está agitada… ¿Y qué diré? Padre, ¿líbrame de esta hora? Si para esto he venido…”

Y como para dar razón de lo que presiente, pronuncia unas palabras que son fundamentales también para los que quieran seguirle a lo largo de los tiempos: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”.

Jesús, una vez más, tomó ejemplo de lo que ocurre en la naturaleza para que comprendiéramos la razón de su vida y su misión. La semilla, generalmente algo pequeño, lleva en su entraña todas las posibilidades que ofrecerá cuando dé su  fruto: será abundante, generoso…  Si tuviera capacidad de pensar no le importaría caer en el surco y morir…

Siguiendo a Jesús sabemos a qué debemos morir: a todo lo que nos impida amar. Cada una, cada uno, podemos reconocer los propios impedimentos. La vida y misión de Jesús fueron una manifestación total del amor, siendo “Un hombre para los demás”. (Dietrich Bonhoeffer)

El Profesor Jesús García Rodríguez, comentando la frase de Bonhoeffer, explica:

“Anclado en Dios que es Padre, Jesús es un hombre libre para amar. Un hombre que da siempre la última palabra al amor. Para Jesús ya no es la Ley la que debe determinar cómo debemos comportarnos en cada situación. El verdadero criterio de actuación es el amor con hechos y de verdad (Mc 9,33-37; 12,28-34). Y toda nuestra vida tiene sentido en la medida en que servimos y vivimos para los demás” (“Un acercamiento a Jesús de Nazaret”)

Acompañando en estos momentos a Jesús trataremos de compartir sus sentimientos cuando presiente  cercana su muerte. Y abriremos nuestro corazón para acoger sus palabras, deseando hacerlas vida en nuestras propias vidas. Al acompañarle nos sabemos también acompañadas/os y estimuladas/os por él: por la fidelidad a su misión, por la plenitud de su vida entregada hasta la muerte en la Cruz.

Pero su muerte en la Cruz no es el final, como morir no es el final  del grano de trigo que se siembra en la tierra… Recordemos algunos de nuestros cantos en la Iglesia, con los que expresamos nuestra fe y nuestra esperanza: “Tú nos dijiste que la muerte no es el final del camino… Cuando, Señor, resucitaste, todos vencimos contigo…”. “Acuérdate de Jesucristo resucitado de entre los muertos… Si con él morimos, viviremos con él…”

Morir no es desaparecer… morir es empezar a vivir ya en la tierra, libres de egoísmos, seguridades y reservas que nos impiden “desvivirnos por los demás”. “Solo quien se niega a sí mismo/a, es decir, quien es capaz de darse a otros, es el que produce vida. Así vivió Jesús, volcado en quienes le rodeaban” (J.García Gutierrez),  porque “no vino para ser servido sino para servir” (Mc. 10, 45). Jesús fue un hombre libre para los demás, un “hombre-para-todos”.

Termino con otro canto:  “Si el grano de trigo no muere / si no muere, solo quedará; / pero si muere, en abundancia dará / un fruto eterno que no morirá”

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