Tierra de Zabulón y de Neftalí. Galilea de los gentiles

Por: Josefina Oller.Vita et Pax. Guatemala.

III Domingo TO. Ciclo A

Por: Josefina Oller. Vita et Pax. Guatemala.

Tierra de Zabulón 

Cada vez que toca un nuevo Ciclo litúrgico, una va haciendo nuevos descubrimientos y constata que la Palabra de Dios es de una riqueza inagotable. Al leer el evangelio que corresponde a este tercer domingo del T.O.: Mt. 4, 12-23, siempre fijaba la atención más bien en la elección de los primeros discípulos porque era y es un  texto vocacional, pero esta vez la atención se me ha ido más al principio del ministerio de Jesús.

¿Dónde empezó Jesús a predicar su mensaje? Responde el evangelista: “se fue a Galilea, pero no a  Nazareth, se fue a vivir a Cafarnaum, junto al lago en el territorio de Zabulón y de Neftalí”.

Tierra de Zabulón y de Neftalí. Galilea de los Gentiles.

Él, que vino para anunciar la “BUENA NOTICIA A LOS POBRES”, coherentemente empieza por instalarse en un territorio fronterizo, en tierras que difícilmente sabían lo que es vivir en paz por el continuo trasiego de soldados y de mercaderes que abusaban de sus gentes, las oprimían y las abandonaban. Eran grupos sociales  lesionados en su libertad y en sus derechos fundamentales, marginados y pobres, alejados también de la religión oficial: Jerusalén quedaba lejos.

Pero Isaías, en su profética visión, intuyó que a este pueblo “que caminaba en tinieblas” le brillaría una gran luz: “para los que vivían en las sombras una luz les resplandeció”.  Y es que Dios –cuya predilección son los pobres- no podía dejar a este pueblo abandonado a su suerte, es el Dios que, a lo largo de la historia, libera, devuelve la libertad, restituye la dignidad robada y  da vida.

Jesús, el HIJO AMADO, cuyas manifestaciones epifánicas, hemos estado contemplando estos pasados domingos, se fue cabalmente a iniciar su misión “en la Galilea de los gentiles”, la región más pobre  de Palestina, abandonada y mal vista.  Por otra parte, cercana al mundo pagano, a la otra orilla  del lago. Jesús sabe que él es la LUZ, sabe que su mensaje tiene que iluminar más allá de las fronteras de Israel, sabe que ha venido para que “todas las personas tengan VIDA y la tengan en abundancia”.

Y tiene plena conciencia de que ha venido para anunciar el REINO. Sus primeras palabras son imperativas: “convertíos porque está cerca el Reino de los cielos”. El Reino es el criterio absoluto, síntesis de la Buena Nueva que irá desgranando paso a paso el evangelista Mateo. La conversión, actitud necesaria y continua para orientar la vida de los seguidores de Jesús, según el proyecto de este Reino querido por Dios.

Y  Jesús sigue concretando, camina por la orilla del lago y busca colaboradores. Los busca y los llama en su vida normal de trabajo, en sus actividades cotidianas, gente sencilla y humilde, pescadores.

Tierra de Zabulón

Seguramente sensibles al seguimiento de algún maestro. Porque a la llamada de Jesús, la respuesta fue inmediata, “dejaron las redes y a su padre y le siguieron”. De todas maneras ¡qué fuerza de atracción tendría este Maestro cuando la reacción  fue tan radical. Difícilmente llegarían a captar los cuatro primeros discípulos: Simón y Andrés, Santiago y Juan qué consecuencias les iba a traer esta llamada. Más adelante supieron que suponía ruptura, grandes dosis de riesgo, dejar seguridades y embarcarse en algo nuevo que no sabían dónde les iba a llevar.  De hecho en el seguimiento, les iban surgiendo dudas y preguntas: “para nosotros que lo hemos dejado todo…. qué recompensa…”

Para todos/as cuantos estamos ilusionados por seguir a Jesús, asimilando sus actitudes, esta perícopa evangélica nos ofrece abundantes pistas de reflexión, empezando por ver por dónde empezamos nuestra tarea evangelizadora, si somos una “iglesia en salida” como desea el papa Francisco, si somos Buena Noticia para los pobres, si dejamos nuestras seguridades, si, finalmente, nos sentimos tan hijos, tan hijas de nuestro Buen Padre  que su proyecto: el  REINO Y SUS EXIGENCIAS, es nuestro único y absoluto objetivo.

Que el Espíritu acompañe nuestro caminar por la autopista del evangelio según San Mateo.

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