Vivir el Adviento

1º Domingo de Adviento.  Ciclo C

Por: Ma. Jesús Antón. Vita et Pax. Madrid

Vivir el Adviento

La lectura del libro de Jeremías nos sitúa en el tiempo inmediatamente posterior a la destrucción de Jerusalén. El pueblo está desolado y empieza a tomar conciencia de su situación. Jeremías dirige su palabra profética a su pueblo para decirle que Dios no los ha abandonado, que hará regresar a los cautivos y los perdonará, se construirán de nuevo las ciudades, los campos volverán a granar y los ganados a pastar. Es esos días el Señor hará brotar un rey justo, no como los reyes que los llevaron al destierro, el cual será llamado «Dios es nuestra justicia».

 Las palabras del profeta invitan a mirar al futuro, Jeremías sabe mirar lejos y anuncia la salvación donde aparentemente solamente hay desesperanza.

Me pregunto,  qué tiempos serán mejores, los del Profeta Jeremías del siglo VII a.C. o los nuestros del siglo XXI.  Si los millones de cristianos que hay en el mundo fuésemos creyentes, sin lugar a dudas estos tiempos serían mejores, porque Aquel que anunciaban los profetas, Jesús, el Hijo de Dios, se hizo historia, entró en nuestro mundo discretamente, en la fragilidad de un niño pequeño, en el silencio de la noche,  ¡qué misterio!

A esto nos llama el Adviento: a vivir con intensidad el  misterio.  Adviento no es solo un tiempo,  es una actitud profunda  en el que nos pone en vela, abre los oídos a la escucha y  nos dispone para la acogida. El adviento nos seduce con promesas de un futuro mejor; las lecturas rebosan de esperanza, alegría, justicia y paz en un momento en el que vivimos llenos de sobresaltos, miedos e inquietudes.  A pesar de todo, es tiempo de soñar, soñar que otro mundo es posible. Necesitamos que Dios nazca de nuevo en nuestras conciencias y se abra camino en medio de nuestros miedos y contradicciones.

Adviento nos invita a gritar suplicantes al Señor diciendo: “ven a visitar a tu viña”, ven a nuestro mundo que necesita tu amor.  Apresura tu venida. ¡Ven, Señor, que te esperamos!

Que no nos envuelva la superficialidad que rodean estas fiestas y abrámonos al misterio que encierra tanta ternura, compasión y misericordia que nos trae la Navidad.

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