Nuestra actitud ante el Señor y ante los demás

Nuestra actitud ante el Señor

Domingo 30 del TO. Ciclo C

Por: Ascensión de Vicente. Vita et Pax. Pamplona

Nos vamos acercando al final del año litúrgico, y estamos viviendo también grandes acontecimientos eclesiales, el Sínodo sobre la Amazonía y el mes Misionero extraordinario. Dos acontecimientos que nos deben impulsar a una apertura hacia los otros, hacia lo diferente.  Hoy las lecturas nos plantean un tema importante para la vida del creyente: “sentirse seguro de sí mismo, despreciando a los demás”, actitud que pone de manifiesto el fariseo en su oración ante el Señor. Yo soy, yo hago, yo doy, utiliza todos los verbos que ponen de manifiesto su orgullo y su desprecio por los demás. En cambio el publicano se reconoce ante Dios pobre y humillado. Se situó atrás, y se reconoció pobre y pecador.

Estas actitudes nos manifiestan dónde y cómo nos situamos cada uno en la vida. La actitud más frecuente es la de sentirnos muy seguros, los mejores, los más inteligentes, y despreciamos a los demás. No podemos obviar que el fariseo era una persona buena, cumplidora de la ley, colaboraba con el pago del diezmo, se sentía en disposición de agradecer al Señor por haberlo hecho diferente  a los otros, a quienes consideraba  ladrones injustos y todo lo que es contrario al mandato del Señor, pero se sentía tan seguro de sí mismo que le resultaba difícil, diríamos imposible, reconocer y aceptar a los demás. Cuántas veces nos encontramos, me encuentro en esta situación de orgullo, que me impide reconocer al otro/a con todo lo bueno que posee y aceptar las diferencias, esto tanto a nivel individual como colectivo.

¿Dónde nos situamos nosotros?, ¿yo?, ¿dónde me sitúo de cara a los demás seres humanos, considero que soy el mejor, el que es capaz de ayunar, incluso de ayudar a los demás, pero me falta el amor?  La carta de Pablo a los Corintios nos lo dice bien claro “aunque todos mis bienes dejase a los pobres…..si no tengo amor, nada soy”. (2 Cor 13, 1-7).  Aquí está la clave de nuestro actuar.  Esta actitud nos lleva a no abrirnos a lo que los otros pueden aportarnos, nos hace ser excluyentes hacia lo diferente, a cerrarnos a otras maneras de ser, a otras culturas, así estamos viviendo tiempos en los que el que viene de lejos no es como nosotros, no es tan inteligente, tan justo y ponemos todas las barreras necesarias para que no nos contaminen.

La primera lectura del Eclesiástico nos presenta cómo es Dios justo e imparcial con el pobre y el menospreciado, escucha las súplicas del pobre y del indigente, por eso, como el publicano, nosotros debemos presentarnos ante el Señor pobres y necesitados de su ayuda: “Señor ten compasión de este pobre pecador”, así el Señor que es justo e imparcial nos acogerá, responderá a nuestras suplicas.

Y Pablo en su carta a Timoteo, dice que puede sentir que ha corrido la carrera, el combate por la fe y el Señor que ha actuado por él, le dará la recompensa. Reconoce que todo lo que ha hecho ha sido por pura gracia, don del Señor.

Que nuestra vida sea un correr hacia la meta pero reconociendo que es el Señor quien realiza la obra, y que caminamos con los otros, sean como sean, siempre en actitud de apertura, de reconocimiento de los valores de los demás con sencillez y en colaboración con todos los hombres y mujeres del mundo.

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