Domingo XXIII del T.O.
Por: Maite Menor Esteve. IS. Vita et Pax. Guatemala
Textos Litúrgicos:
Is 35, 4-7
Sal 145
St 2, 1-5
Mc 7, 31-37
“Necesitamos Querer Ver y Oír”
Conforme pasan los años, las personas vamos perdiendo capacidades para oír y para ver, eso es una realidad incuestionable, pero también es verdad que hay sorderas y cegueras que tienen que ver con la actitud que tenemos ante las distintas situaciones y ante la vida en general. Me refiero a que para ver primero hay que mirar y para oír hay primero que escuchar.
Es un buen momento para preguntarme ¿cuál es mi actitud ante la realidad que me rodea? ¿Quiero realmente ver más allá de lo aparente o me conformo con ver sólo lo primero que aparece sin más análisis y reflexión? ¿Me quedo con lo primero que me dicen o escucho sin más, o busco información, analizo y discierno?
En el mundo convulso en que vivimos lleno de bulos y de desinformación, necesitamos querer ver y oír lo que sucede con más profundidad y analizar por qué sucede. Y, además de todo lo anterior, necesitamos tener una mirada atenta para también descubrir en él esas semillas de reino y esperanza que hay junto a los gritos de los y las más vulnerables.
En medio de las corrientes y narrativas antiinmigración y racismo tan fuertes y abundantes en nuestro mundo, en medio de tantos discursos de odio, hay semillas de esperanza. En medio de tanta soledad y marginación en la que viven muchas personas sin techo y sin hogar, surgen experiencias que nos dicen, que sí se puede. Y paso a relatar dos experiencias recientes que han llamado mi atención y que nutren mi esperanza en un mundo más humano. Una de las experiencias ha sido en un pueblo de las Islas Canarias que tiene unos cincuenta habitantes que, preocupados por ser tan pocos, han acogido a un grupo de menores no acompañados, procedentes del continente africano, como hijos del pueblo y han revitalizado y devuelto la esperanza a ese pueblo; en el fondo los necesitamos, aunque haya tantas personas cortas de mira. O esa otra experiencia de compartir pisos para jóvenes que estudian con personas sin techo, en los que ambos se acompañan, comparten gastos, se benefician y se apoyan. Lo ideal es ganar-ganar, no ganar unos a costa de otros. Como dice Diego Gracia “una acción es inmoral cuando el beneficio de algunos se consigue mediante el perjuicio de otros”.
Nuestro mundo podría ser distinto si todos y todas trabajáramos para ello. En el fondo, estoy convencida de que “otro mundo es posible”.
Hoy las lecturas son un canto a la esperanza como nos relata el profeta Isaías “porque han brotado aguas en el desierto y torrentes en la estepa”. El profeta nos invita a ser creativos todos y todas y abrir nuevos caminos donde no hay, pero para eso tenemos que abrir nuestros ojos y querer mirar esas semillas de esperanza que corren a lo ancho del mundo.
Jesús trabajó contra la exclusión, la marginación y todo aquello que apartaba a las personas de su núcleo social. Él con su acción terapéutica reincorporó a los excluidos y les devolvió el sentirse personas integradas en su mundo social. Por eso hoy el evangelio nos exhorta a abrir (“éffetá”) nuestra mente y nuestro corazón para ver a los excluidos del banquete de este mundo y tener acciones que les permita sentarse a la mesa y compartir todo lo que la tierra nos regala con su infinita generosidad.