


Vita et Pax se mira en Jesús, en su vida, en su modo de tratar a los demás y Él se nos ha ofrecido como nuestra Vida y nuestra Paz.
Por eso, estamos llamadas a transmitir Vida y sembrar su Paz con el objetivo de aliviar el sufrimiento y dolor ajeno y propio;
A conseguir el reconocimiento de los derechos de todas las personas en igualdad y equidad;
A intentar conseguir que nadie se quede atrás, que todos caminemos en primera fila.


Junto con toda la comunidad cristiana. Vita et Pax es un grupo de mujeres entregadas que quieren, como Jesús se parten y comparten. La mesa compartida, la Eucaristía, nos lleva a la propia vida, en la que todo se comparte, se celebra y cobra sentido en el gesto de “partir el pan”.
Jesucristo para Vita et Pax continúa poniendo su morada entre nosotros, sigue viviendo con nosotros, codo con codo, cara a cara, todas las vicisitudes de nuestra vida cotidiana. Su Espíritu nos ofrece el alimento básico, el Pan y el Vino, y con ello tener la energía necesaria y el calor de corazón para seguir un camino cristiano.



Es verdaderamente agradable y sanador hablar con una amiga o amigo, poder contarle aquello que te preocupa, que da vueltas en la cabeza y no deja seguir con la vida, …
Pues para Vita et Pax hablar con Jesucristo supone una experiencia igual, hablar con Él como un amigo al que puedes contarle todo lo que ocupa tu pensamiento y tu corazón, las alegrías y penas de nuestro caminar; y cuando este todo dicho hay que hacer silencio interior y sentir lo que nos sugiere su Espíritu. El silencio es un gran orador cuando nos ponemos en actitud de una escucha real y atenta.



Una palabra leída con paz, sosiego, hondura, deseo, contraste, termina por apuntar al fondo de la persona y, a partir de ahí, es desde donde brotan las palabras de sinceridad vital.
Su Palabra nos orienta y ayuda a profundizar en el conocimiento de su Persona, para responder mejor a su proyecto. Somos mujeres oyentes de la Palabra y a ella configuramos nuestra existencia.
Las palabras de Jesús son potenciadoras de vida porque son palabras humanizadoras, constructoras de bondad. Sus palabras son, fuerza y energía para toda persona, fuerza de espíritu y vida de disfrute. Son palabras para la paz, para la vida. Quizá por eso siguen resonando con toda su fuerza pasados los siglos



Cada día es para nosotras motivo de fiesta porque se actualiza la liberación lograda por Jesucristo y lo festejamos en comunidad, en grupo, a través de la Liturgia. Con toda la Iglesia, necesitamos de espacios y tiempos privilegiados que nos hagan apreciar el valor profundo de la existencia salvadora de Jesús y de nuestra propia existencia cotidiana.
La liturgia celebra la vida, renueva la esperanza y anticipa sueños. Es un tiempo especial donde lo imposible se hace posible. En la fiesta, como en la liturgia, tocamos el cielo, tocamos nuestros deseos con la punta de los dedos y experimentamos por unos minutos la delicia de la vida vivida en la libertad y en el amor.

