Domingo XII del TO
Por: Francisco Gijón. Escritor. Alicante
Textos Litúrgicos:
Jer 1, 4-10
Sal 70
1Pe 1, 8-12
Lc 1, 5-17
¿Tenemos fe?
Estalla una tormenta, la barca se zarandea entre las olas y los discípulos entran en pánico porque piensan que van a morir. Esta es la escena. El Mar de Galilea es un mar verdaderamente peligroso que se lleva cobrando vidas humanas desde hace siglos. No es de fiar. La climatología puede hacer estragos y crear situaciones muy difíciles para los pescadores, especialmente en el siglo I. La barca se zarandea, la barca zozobra; y el Señor sigue dormido profundamente, ajeno a la tragedia que aparentemente se cierne sobre ellos. ¿Tragedia? Sí, pero ¿de qué tipo? Al final lo despiertan y Cristo calma la tormenta (para tranquilizar a sus discípulos) y luego les regaña (hombres de poca fe): ¿Por qué sois tan cobardes?
Efectivamente, ¿por qué somos cobardes? ¿Qué mal puede ocurrirnos con el Señor en nuestra barca? Y esto nos lleva a otra pregunta directamente relacionada con nuestra actitud ante la vida: ¿Cómo puedo tener la misma fe estando tranquilo que en medio de la tormenta? Y la respuesta no es agradable: acaso, si hago distingos, no estoy hablando de fe, sino de algo que se le parece, tal vez una amistad meliflua.
Cuando creemos que el Señor está dormido porque “lo vemos dormido frente a nuestra realidad”, ¿por qué consideramos que el Señor piensa en términos humanos y su dormitar significa que se olvida de nosotros. ¿Nos olvidamos nosotros de nuestros hijos cuando nos echamos la siesta? Es más, ¿podríamos dormir la siesta sabiendo que nuestros hijos están en peligro? No se me ocurre ejemplo más gráfico: ¿por qué dormía Cristo en medio de la tormenta? Pues porque no hay tormenta si está Cristo.
Siempre he pensado en el dúplice sentido de este pasaje que nos propone hoy la Iglesia. En él hay un Dios que parece dormido y alguien, incluso “alguienes” que parece que no han despertado todavía a la realidad del Amor de Jesús. Creer que el Señor duerme y se enajena de nuestra realidad es un acto de desconfianza que muestra la cobardía que nos habita: no confiamos en Él, grande pecado… de cobardía.
Sin embargo, y aunque lo estamos viendo, si la barca zozobra, incluso en el episodio evangélico: Él está dentro. ¿Por qué duerme? Muy sencillo: porque donde Él está, no hay peligro. Da igual la intensidad de las turbulencias que puedan agitar nuestra vida si lo estamos viendo a Él y encima Él duerme tranquilo. Donde Dios está tranquilo, nosotros no podemos sentir angustia. Fin.
Les faltó a aquellos discípulos, nos suele faltar a todos, el don de encontrar la paz en medio de la tempestad.
La patrona de Puerto Rico es Nuestra Señora de la Providencia. Se la representa como una Virgen Madre que sostiene al niño Jesús que, precisamente, está dormidito en su regazo. Esa imagen reza la siguiente frase: “Parece que está dormido, pero está pensando en ti”.
Pues eso. Que no nos olvidemos nunca que, en los momentos de zozobra, aunque nos parezca que Dios está dormido, en realidad hace rato que piensa en nosotros y en lo que más nos conviene. Nos piensa incluso desde antes de que fuéramos “un beso”, como gustan decir también los hermanos de Hispanoamérica. No podemos ser cobardes teniendo a Cristo de nuestro lado. Pero hemos de elegir nosotros estar junto a Él y tener muy claro lo mucho que nos ama, incluso desde antes de ser un beso.