“Tú Eres La Respuesta De Dios”

Tu eres la respuesta de Dios
Domingo XVII del TO
Por: Ángeles Santamarta. I.S. Hijas de la Natividad de María. Santiago

 

Textos Litúrgicos:

Gn 18, 20-32
Sal 137
Col 2, 12-14
Lc 11, 1-13

 

Tú Eres La Respuesta De Dios

 

Leyendo y meditando estas lecturas mi corazón se conmueve ante tantas situaciones de clamor y dolor en el mundo de hoy que gritan a Dios: guerras, muerte, abuso de poder, diversidad de prostituciones entre los hombres, dignidad anulada y perdida de mujeres, niños, ancianos, enfermos, migrantes, pobres… Y, el Señor bueno, que siempre está entre nosotros, nos escucha y se acerca a decirnos que con su amor, con su misericordia, confiando en su bondad podemos cambiar estas “Sodomas y Gomorras” de nuestro tiempo en el lugar donde nos conservas la vida y nos proteges (Salmo 137)

Y, esto, ¿cómo será?, ¿tendremos la suficiente confianza de nuestro Padre Abraham?; pedir una y otra vez, no decaer en la oración, ser ese “amigo insistente”, buscar una y otra vez posibilidades de salvación como nos relata el Génesis -cap 18- en el diálogo de Abraham y Dios no es lo que se lleva en nuestro mundo, en este primer mundo, el de los que queremos todo inmediato, sin mirar al que tenemos a nuestro lado, sin caer en la cuenta de las necesidades de aquellos que viven lejos, o cerca o solos o sin cariño de nadie.

Muchas veces estamos en la ventanilla de “funcionarios” y con decir “vuelva usted mañana”, o “le falta este papel” o “no ha pagado las tasas”, somos capaces de justificar y anular nuestra conciencia en el “yo ya no puedo hacer otra cosa”, en el “yo-yo” del cumplimiento; y, no nos damos cuenta de que nuestra opción es confiar y seguir pidiendo y seguir buscando y rogando a Dios; pues todo el que pide, recibe (Lc 11); … pues, cada uno de nosotros somos la respuesta de amor de Dios al mundo.

Y, ante tanto clamor, Dios, abre la puerta de su corazón, ante la insistencia de los que como Abraham buscamos la justicia y la santidad en nuestra vida, para nuestras comunidades y queremos contagiarla en nuestro entorno, nos regala la oración por excelencia en palabras de su Hijo Jesucristo, el PadreNuestro. Recemos como Él, que en la cruz dejó clavada nuestra debilidad; con constancia, con alegría, con fe, como niños pequeños en brazos de su Padre.

Orar hoy es hacerse presente en las situaciones de “no justicia” con los migrantes, con las mujeres violadas, con los niños abusados.

Pedir la paz en estos momentos de relaciones tan frágiles entre pueblos y culturas parece cuestión de ilusos si de verdad nuestra fe no está arraigada en Cristo.

Rezar , un día y otro día, para que la tierra sea cuidada y protegida como casa común, para que la riqueza sea distribuida y que nadie pase hambre, para que todos tengamos un trabajo digno. Tenemos que seguir llamando y llamando y llamando… a la puerta de Dios para que nos enseñe a mirar al otro como Él lo hace, para que descubramos que la dignidad del hombre está en la dignidad de Dios pues somos hijos suyos, sepultados en el Bautismo (Col 2).

Y…, cuando Dios nos abre su puerta y nos regala su Pan y su Palabra es para hacernos valientes, animosos en el Espíritu que da la Vida y así poder denunciar, sanar y transformar cada una de las injusticias que se cometen a nuestro alrededor, en nosotros también; reconociéndonos habitados por el Espíritu de Dios que habla, ama y camina en y con nosotros como peregrinos de Esperanza. ¿Será así? o ¿no?; ¿somos de la fila de los 10 justos de Abraham?; ¿o somos el resto?, ¿a los que les da igual lo que pase?

Momentos “nada humanos” y humillantes los que estamos viviendo a causa de las guerras, del odio y de la violencia; sólo te pido, Señor, que no nos queden lejos estas necesidades de los seres humanos, que las hagamos nuestras, de nuestra propiedad; que nuestra búsqueda de la paz sea activa y misericordiosa.

Nuestra guerra es confiar en Dios; nuestra mejor arma, la oración; nuestra estrategia, actuar como un Padre bueno ante sus hijos.

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