“Un Corazón Sensato”

Un Corazon Sensato
Domingo XVIII  del  TO
Por: Josefina Oller. I.S. Vita et Pax in CJ. Guatemala

 

Textos Litúrgicos:

Ecl 1,2; 2, 21-23
Sal 89
Col 3, 1-5. 9-11
Lc 12, 13-21

 

“Enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos…

“Un Corazón Sensato”

 

Seguimos acompañando a Jesús en su viaje hacia Jerusalén, es su meta. Y en ese camino largo y montañoso le ocurre de todo. El evangelista Lucas lo presenta rodeado de una gran multitud. Le salen al encuentro gente de todo tipo desde doctores de la ley, mujeres que le hospedan, gente sencilla que busca consejo. Él aprovecha todas las ocasiones para ir desgranando su mensaje siempre con su fina pedagogía: preguntas y parábolas.

Como tenía su prestigio, hoy le busca un hombre que le pide intervenga entre él y su hermano en cuestiones de herencia. Ahí Jesús no quiere entrar. Le responde con suavidad: “Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?”

Pero SÍ aprovecha la oportunidad para dar un consejo: “eviten toda clase de avaricia, la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes”. Resuenan en estas frases las reflexiones del Qohelet aunque ya sabemos que la visión de la vida de este personaje es de tono pesimista: “todo es vanidad de vanidades, al final, todo es vacío”. (menos si lo hemos sabido llenar –le podríamos responder-)

Y para ilustrar esta afirmación tan sabia recurre Jesús a una parábola cuyo tema es la acumulación insensata de bienes. Un hombre, después de haber tenido una abundantísima cosecha, sueña en lo bien que lo va a pasar, construirá grandes graneros y tendrá para vivir largo tiempo disfrutando de todos los placeres. De pronto alguien interrumpe drásticamente sus sueños y le hace tomar conciencia de la fugacidad de la vida: “esta noche morirás”. ¡A cuántas personas les podría ocurrir lo mismo!  ¡¡¡Asusta escuchar las cantidades de millones que acumulan en el mundo algunos y algunas en beneficio de sus intereses!!!

Las lecturas de este domingo –en medio del descanso estival- nos proporcionan motivos para reflexionar en lo rápido que transcurre nuestra vida y sobre todo en torno al tema central: La sensatez.  Nos damos cuenta cómo en cuestión de instantes pueden perderse ilusiones y proyectos. Vivimos día a día acontecimientos que nos sacuden el alma, a todos los niveles: terremotos, psunamis, inundaciones, incendios, enfermedades raras, etc. etc. por un lado y por otro, la insensatez humana que no cede ante las horribles consecuencias de las guerras, inhumanas al máximo grado y que dejan tanta desolación dejando morir de hambre a millones de inocentes.

La sensatez es ese don del Espíritu que significa equilibrio en todos los aspectos que conforman nuestra vida, y aplicada a los bienes materiales nos enseña a hacer el recto uso de los mismos, a disfrutar de ellos con cordura, a trabajar para alcanzar una vida digna a nivel personal, familiar y social. Sin olvidar que están al servicio, no al revés y que entrañan el peligro de idolatrarlos.

Pero la sabiduría bíblica como siempre, viene en nuestra ayuda: “no te preocupes si se enriquece un hombre, cuando muera no se llevará nada” Sal.48

 “aunque crezcan vuestras riquezas no les deis el corazón” Sal 61

“enséñanos a calcular nuestros días para que adquiramos un corazón sensato” Sal. 89

Podríamos espigar muchas más citas porque la Palabra de Dios orienta siempre nuestra brújula hacia los valores del Reino. Así lo hacía Jesús y así lo hace S. Pablo hoy en su carta a los colosenses, recordándonos que somos gente resucitada en Cristo: “poned todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra”. Sabe muy bien Pablo que los bienes del cielo son los que dan la auténtica felicidad y que al mismo tiempo nos siembran inquietudes de justicia, de igualdad y fraternidad. No nos dejan tranquilos/as, siempre podemos compartir,  siempre  podemos ver que nos sobra, siempre podemos dar una vuelta de tuerca a nuestra generosidad.

Que la Ruah y nuestra Madre nos concedan la sensatez de vivir confiadamente en las manos de la Providencia sin ambicionar otra cosa que la fidelidad al reino y sus exigencias porque lo demás se nos dará por añadidura.

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