“Sigamos Haciéndonos La Pregunta”

Sigamos Haciéndonos La Pregunta
Domingo Solemnidad de San Pedro y San Pablo
Por: Teresa Miñana. I.S. Vita et Pax in CJ. Valencia

 

Textos Litúrgicos:

Hch 12, 1-11
Sal 33
2Tim 4, 6-8. 17-18
Mt 16, 13-19

“Sigamos Haciéndonos La Pregunta”

 

Estoy preparando este comentario litúrgico del día de la celebración de la solemnidad de San Pedro y San Pablo y experimento el recuerdo tanto del Papa Francisco como del papa León XIV. Todos los cristianos hemos despedido a Francisco y hemos agradecido su vida y sus hechos y hemos acompañado al papa León en todas las celebraciones necesarias para que pueda estar en la sede y comenzar su papado. Esperamos que sea un hombre de paz, justicia y comunicación.

También es importante que nos situemos en este Año Jubilar 2025 en el que la Iglesia nos invita a hacernos “peregrinos de la esperanza”. La resurrección del Señor nos trae la alegría de la esperanza en nuestra propia resurrección, del triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre el dolor.

Hoy celebramos la solemnidad de San Pedro y San Pablo, los cuales fueron fundamentos de la Iglesia primitiva y, por tanto, de nuestra fe cristiana. Apóstoles del Señor, testigos de la primera hora, vivieron aquellos momentos iniciales de expansión de la Iglesia y sellaron con su sangre la fidelidad a Jesús.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que los evangelios están escritos mucho después de la muerte de Jesús, y por lo tanto reflejan, no lo que entendieron mientras vivieron con él sino lo que las primeras comunidades pensaban de él. El texto expresa vivencias pascuales. Esto es la gran importancia, porque se trata de la experiencia de la primera comunidad que expresa así su fe en Jesús y después de esta experiencia pascual los cristianos pudieron llegar a decir que Jesús era Hijo de Dios.

No se podría definir con dogmas, quién es Jesús. No debemos dejar de hacernos la pregunta. Lo que es Jesús para nosotros, nunca lo descubriremos del todo. También hoy la pregunta fundamental que debe hacerse todo cristiano, tiene que ser: ¿quién es este hombre? La respuesta tiene que ser práctica, no teórica. Mi vida es la que tiene que decir quién es Cristo para mí. Del esfuerzo de los primeros siglos por comprender a Jesús, debemos hacer nuestras, no las respuestas que dieron sino las preguntas que se hicieron.

A la pregunta de quién es Jesús, solamente podemos responder con la propia vida. Y tú, ¿quién dices que soy yo?  Hubo un tiempo en que hemos creído que lo importante era la respuesta. Como la respuesta ya estaba dada, hemos dejado de hacernos la pregunta, y eso es lo grave. Hoy sabemos que lo importante es que sigamos haciéndonos la pregunta.

Solo desde la vivencia interior podremos descubrir lo que significa Jesús como manifestación de Dios. Solo si nos identificamos con Jesús, haciendo nuestra su vivencia de Dios comprenderemos lo que fue Jesús.

El relato de la vocación de Pedro parece concebido según un esquema de tres momentos. Un punto de partida: dejar las redes, la barca, la familia. Un punto de llegada: ser pescadores de hombres. Y una invitación que marca el camino: «venid conmigo».

Será difícil dejar las redes si uno no ha descubierto para qué las deja, es decir, el sentido último de la llamada.

Simón es pescador y Jesús lo llama a ser pescador de hombres. El Señor llama y pide conservar el talante y los talentos, pero con el fin de ponerlos al servicio de una nueva misión.

«¿Quién dice la gente que soy yo?» La gente ya ha advertido su presencia y lo reconoce como un profeta, equiparable a los antiguos. Pero él insiste: ,’Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» En nombre de todo el grupo, Pedro lo confiesa como el Mesías o el Cristo, el Hijo del Dios viviente

A la primera pregunta responden con la simple información. La segunda requiere la confesión del creyente. En aquella respuesta se encerraba toda la plenitud de la fe cristiana, como irán descubriendo los seguidores de Jesús después de su resurrección.

Jesús contesta a Pedro con una bienaventuranza que a todos los cristianos nos gustaría hacer nuestra: ‘Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonas, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16, 17). Son dichosos los que han recibido de Dios el don de esa certeza, que no se debe a evidencias inmediatas.

Y tú, ¿quién dices que soy yo?
Ser cristiano significa responder a esta interpelación de Jesús.
No de manera teórica y aprendida,
sino con las actitudes vitales que él me exige hoy.

La segunda lectura es un canto a la confianza plena en el Señor y a la vez es una exigencia para proclamar el mensaje de Jesús. La carta que le llega a Timoteo también la recibimos nosotros en nuestros días y esa es la seguridad que tenemos y que nos hace confiar la fe “he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera” Hoy por hoy esta es mi súplica poder cuidar la fe hasta el final de mi vida.

Los hechos de los apóstoles nos narran con todo detalle cómo el Ángel del Señor ayuda a salir de la prisión a Pedro, cuando Pedro es consciente de esta ayuda dice “Ahora sé que realmente el Señor envió a su Ángel y me libró de las manos de Herodes y de todo cuanto esperaba el pueblo judío”

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