“Amarás a Tu Prójimo Como a Ti Mismo” 

"Amarás a Tu Prójimo Como a Ti Mismo"
Domingo XXXI del TO
Por: Dionilo Sánchez Lucas. Laico de Ciudad Real
Textos Litúrgicos:

Dt 6, 2-6
Sal 17
Heb 7, 23-28
Mc 12, 28-34

Amarás a Tu Prójimo Como a Ti Mismo” 

Desde nuestro nacimiento estamos buscando referencias en nuestra vida, al principio solo anhelamos estar con nuestra madre que nos cuida, nos habla, nos da calor, nos alimenta y nos transmite vida.

Los que creemos que en el origen de la vida hay un Dios creador del universo, de la tierra y del agua, de seres inertes y vivos, de animales y plantas, de hombres y mujeres, debemos dar gracias a Dios porque nos ha dado la vida, el bien más preciado del que alegrarnos.

A los hombres y mujeres que llenamos la tierra, Dios nos ha querido diferenciar de los demás seres que forman parte de ella, somos los elegidos y predilectos, nos ha dado un corazón y un pensamiento, una razón que nos permite vivir y sentir, odiar y amar.

Como dicen nuestro refrán castellano: “Es de bien nacidos, ser agradecidos”, así debería ser nuestra relación con Dios, en cada instante y en todos los días de la vida, porque en Él está el origen de todo los que nos acontece.

Al igual que nos sentimos a gusto y seguros con nuestra madre en los comienzos de nuestra vida, así deberíamos procurar que fuese nuestra relación con Dios, deberíamos buscarlo, anhelarlo, sentarnos en su regazo y escucharlo. Dios se ha manifestado y se sigue manifestando de diferentes formas, siempre ha estado y sigue estando preocupado y cercano a nosotros.

Cuando escuchó que su pueblo dudaba, que necesitaba unas referencias, quiso ser guía y luz para la vida. Le dio unos preceptos, hoy diríamos unos principios éticos, para continuar el camino y la vida con nosotros mismos, pero junto a las demás personas que transcurren en el mismo caminar.

Dios escribe y enseña que Él es el principio y el fin; a honrar nuestro padre y madre; respetar la vida del otro; ser personas con pensamientos, deseos y actos que busquen el bien; no quitar, ni desear, ni codiciar los bienes del otro; respetar y no despreciar a la persona.

Su mensaje fue claro: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”, y continua con la llamada a la escucha y ponerlo en práctica. El pueblo elegido conocía la enseñanza, pero ya no escuchaba la voz de Dios y menos aún lo ponía en práctica.

Por el amor de Dios a su pueblo, envío a su hijo para manifestarse ya no sólo al pueblo escogido, sino a todos los pueblos y al universo entero, con el mismo mensaje de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todo nuestro ser, y añadió “Amarás a Tu Prójimo Como a Ti Mismo”.

Pero Jesús ya no sólo lo dijo para que lo escuchásemos, es que lo puso en práctica. Jesús convivió, se acercó, comprendió, veló, lloró y amó a las personas de su tiempo. Jesús curaba a los enfermos porque sentía compasión; levantaba del suelo a los paralíticos y quitaba la ceguera a los ciegos para que gozasen de una nueva vida; expulsaba demonios y perdonaba a los pecadores para que las personas se encontrasen consigo mismas; bendecía a los humildes y sencillos; amaba a los enemigos y lloraba por los amigos, se entregó hasta dar la vida por la salvación de la humanidad.

A nosotros hoy también Dios nos manda sus preceptos, conocemos el evangelio de Jesús, escuchamos su palabra, hacemos silencio, ya no estamos tan lejos del Reino. Pero esmerémonos en ponerlos en práctica, demos el último paso. Cada uno debemos descubrir lo que tiene que hacer, según sus capacidades, pero pongamos en práctica el amor al prójimo.

Acerquémonos a las personas humildes y sencillas de nuestro tiempo; descubramos y luchemos contra las injusticias; cuidemos a los enfermos físicos y mentales; procuremos el trabajo digno y el pan; practiquemos la misericordia y el perdón; acojamos al inmigrante y al perseguido; defendamos y construyamos un mundo de paz; seamos testimonio de amor.

El espíritu de Jesucristo permanece siempre a nuestro lado, el es nuestra roca donde apoyarnos; refugio para resguárdanos; fuerza para salir de nosotros mismos; liberación de nuestros miedos y ataduras; salvador de nuestras vidas. No podemos quedarnos encerrados en nosotros, no valen sacrificios y holocaustos, debemos salir a un mundo que anhela la justicia y la paz, a las que se llega por el amor.

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