Domingo del Bautismo del Señor.
Por: Toni Tatay Nieto. Comunidad CVX Ignacio Ellacuría. València
Textos Litúrgicos:
Is 42, 1-4. 6-7
Sal 28
Hch 10, 34-38
Lc 3, 15-16. 21-22
En mi opinión, las dos primeras lecturas nos señalan y dan pistas clara sobre el programa de Jesús tras su venida.
En la primera, Dios por medio de Jesús nos llama personalmente por nuestro nombre como hace un padre/madre con su hijo/hija y, más aún, nos envía a su hijo (Él mismo) para hacer con todos nosotros sin excepciones “alianza de un pueblo y luz de las naciones” para “abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas”. No parece que se ande con rodeos Isaías.
En la segunda, reitera esta alianza “sin acepción de personas…sea de la nación que sea” y nos recuerda la figura de Jesús quien, “ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.
Invitaciones claras a los cristianos en los tiempos actuales a ser luz para los demás frente a tantos intentos de sumirnos en “tinieblas”. Se me ocurren algunos ejemplos prácticos y actuales: acogiendo a los extranjeros y luchando contra su discriminación y contra la xenofobia (alianza sin excepciones, sin acepción de personas); abriendo los ojos de los ciegos (combatiendo la desinformación, los bulos y las noticias falsas que tanto atacan y deterioran la convivencia social); intentando sacar de las prisiones y de las cárceles a quienes habitan en las tinieblas de la soledad (como tantos ancianos solos), de la enfermedad (visitando y acompañando a los enfermos) o del aislamiento social (potenciando actividades comunitarias y compartidas alejadas de las pantallas…)
Como dice el Evangelio de Lucas nosotros, los cristianos bautizados del siglo XXI, también deberíamos estar siempre “expectantes” y atentos a la fuerza inesperada y sorprendente del Espíritu Santo. Sabemos que el Espíritu sopla cuando quiere y como quiere y normalmente de forma no prevista.
Esto es; invitación clara a “ponernos a tiro” para recibir experiencias profundas personales de Dios que nos ayuden a continuar alegremente nuestra tarea en el tiempo que nos toque vivir de anunciar, sanar y liberar. La atención puesta siempre preferentemente en nuestros hermanos más pequeños, pobres y frágiles.
Sin experiencia personal de Dios, sin renovaciones constantes de nuestro bautismo, parece difícil.