Domingo XXXIII del TO
Por: M. Carmen Martín. IS. Vita et Pax. Madrid
Textos Litúrgicos:
Dan 12, 1-3
Sal 15
Heb 10, 11-14. 18
Mc 13, 24-32
“Caminos De Justicia”
Enfilamos la recta final del año litúrgico y en medio de estas lecturas apocalípticas que nos recuerdan el final del mundo, celebramos este domingo, la VIII Jornada Mundial de los Pobres. En esta ocasión, el Papa Francisco ha querido vincular esta Jornada a la oración, en vísperas del Jubileo Ordinario del 2025, con el lema “La oración del pobre sube hasta Dios” (cfr. Si 21,5).
El Papa Francisco, en el año 2017, instituyó esta Jornada Mundial de los Pobres en el domingo XXXIII del Tiempo Ordinario y tiene como objetivo estimular a los creyentes para que reaccionemos ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo nuestra la cultura del encuentro. Este año el Papa nos invita a prestar una atención espiritual más seria a los pobres, que tienen necesidad de Dios y de alguien que sea signo concreto de su escucha y cercanía.
La pobreza no es castigo de Dios ni fruto del destino sino consecuencia del egoísmo. Si antes de la pandemia el mapa de la pobreza era alarmante, con la aparición de la misma la situación ha empeorado de forma exponencial. COVID, hambre, pobreza y desigualdad es la combinación mortal que enfrenta una gran parte de nuestro mundo.
Y el Papa Francisco, en diferentes mensajes se pregunta: “¿Cómo es posible dar una solución tangible a los millones de pobres que a menudo sólo encuentran indiferencia, o incluso fastidio, como respuesta? ¿Qué caminos de justicia son necesarios recorrer para que se superen las desigualdades sociales y se restablezca la dignidad humana, tantas veces pisoteada?”.
Un estilo de vida individualista es cómplice en la generación de pobreza, y a menudo descarga sobre los pobres toda la responsabilidad de su condición. Si se margina a los pobres, como si fueran los culpables de su condición, entonces la misma sociedad se pone en crisis y toda política social se vuelve un fracaso.
“Con gran humildad- dice el Papa- deberíamos confesar que en lo referente a los pobres somos a menudo incompetentes. Se habla de ellos en abstracto, nos detenemos en las estadísticas y se piensa en provocar conmoción con algún documental. La pobreza, por el contrario, debería suscitar una planificación creativa, que permita aumentar la libertad efectiva para poder realizar la existencia con las capacidades propias de cada persona”.
Pensar que la libertad la proporciona el dinero es un grave error. Servir eficazmente y con creatividad a los pobres impulsa a la acción y permite encontrar caminos de justicia adecuados para levantar y promover a esta parte de la humanidad, demasiadas veces anónima y sin voz, pero que tiene impresa en sí el rostro del Salvador que pide ayuda.
El Papa reitera que los pobres tienen un lugar privilegiado en el corazón de Dios, que está atento y cercano a cada uno de ellos. Dios escucha la oración de los pobres y, ante su sufrimiento, está “impaciente” hasta no haberles hecho justicia.