Domingo IV de Cuaresma
Por: Sagrario Olza. I.S. Vita et Pax. Pamplona
Textos Litúrgicos:
Jos 5, 9.10-12
Sal 33
2Cor 5, 17-21
Lc 15, 1-3. 11-32
Domingo De La Alegría
“Subimos con esperanza la escalada Cuaresmal…” lo decimos con un canto propio para este Tiempo. Ya hemos llegado al 4º Domingo y la liturgia nos invita a “tomar aire y respirar hondo” porque “ya se vislumbra la Cima Pascual”… Por eso, desde el comienzo de la celebración y con el Salmo, se nos invita a continuar “la escalada” con alegría.
En la primera Lectura Dios recuerda a Josué que Él ha sido fiel a su promesa de llevar al Pueblo a una tierra generosa, en la que vivirán en libertad y podrán comer de sus frutos. San Pablo, en su carta a los Corintios, les habla del Tiempo Nuevo que comenzó con Jesucristo, en el que Dios no pide cuentas de los pecados porque en Él, estamos salvados. ¿Cómo no seguir “la escalada” con alegría y ánimo renovado?
Y, como “broche de oro” de las Lecturas, San Lucas nos ofrece la Parábola que Jesús dirige a los fariseos y letrados, que murmuraban de Él porque “acogía a los pecadores y comía con ellos”. Dios es Padre, -y ahora expresamos mejor el significado de esa afirmación diciendo que es “Padre-Madre”- y lo es con los dos hijos, el perdido y recuperado y el que no sabía apreciar su condición de hijo y hermano.
Como Padre-Madre, “tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo”, le dice al mayor… Y al que ha vuelto no le dice nada sino que corre a su encuentro, lo besa y lo abraza y manda hacer fiesta y celebrar un banquete… Aquí la alegría mayor es la del Padre, que también se alegra inmensamente en la Parábola del Pastor que recupera la oveja perdida y la mujer que encuentra la moneda extraviada. (Lc. 15,1-10)
Sí, subamos con esperanza y alegría la escalada Cuaresmal. Allí encontraremos a Jesús Crucificado y luego Resucitado. ¿Cómo, ese Padre-Madre, iba a dejar a su Hijo perdido en la Muerte? ¿Cómo no va a Resucitar a todos sus hijos, aunque se hayan alejado y malgastado la herencia o no se alegren por el hermano recuperado?
“Jesús iba creciendo en saber, en estatura y en gracia, ante Dios y ante los hombres”, nos dice San Lucas después del episodio en el que sus padres creyeron haberlo perdido (Lc. 2, 52). Como buen judío fue conociendo la Escritura y, en su interior, fue descubriendo y experimentando a Dios como ese Padre amoroso, que no busca ni quiere castigar a sus hijos sino recuperar a los que se han alejado y perdido. ¿Cómo no sentirse enviado a compartir y proclamar su experiencia a los demás? “No necesitan médico los sanos… No he venido a llamar a la conversión a justos sino a pecadores” (Lc. 5,31-32).
Somos hijas-hijos… No siempre sabemos vivir como tales: desde nuestra fragilidad, a veces nos alejamos de Casa, malgastamos la herencia y malperdemos nuestra vida. Pero el corazón de nuestro Padre-Madre mantiene las puertas abiertas esperando nuestro regreso, con el deseo de abrazarnos y hacer fiesta… De mis tiempos de Catequista, preparando a los niños para la Primera Comunión, recuerdo el canto final después de haber hablado de este Padre que tenía dos hijos:
“…Y que pase lo que pase en nuestra vida,
tenemos un Padre que nos sigue esperando…”
¿Cómo no ser agradecidas y celebrar con alegría la Buena Noticia de tener un Padre-Madre con las puertas de su corazón siempre abiertas?