“El Buen Pastor Nos Conducirá Hacia Fuentes Tranquilas”

El Buen Pastor nos conducirá hacia fuentes tranquilas
IV Domingo de Pascua
Por: Dionilo Sánchez Lucas. Laico. Ciudad Real

 

Textos Litúrgicos:

Hch 13, 14. 43-52
Sal 99
Ap 7, 9. 14b-17
Jn 10, 27-30

“El Buen Pastor
Nos Conducirá Hacia Fuentes Tranquilas”

 

Desde el principio Dios eligió al hombre y a la mujer. Somos los preferidos del universo, nos creó a imagen y semejanza para permanecer en Él. Nos transmite sus deseos, su pensamiento, su amor por todos nosotros, nos ha elegido a cada uno como persona, nos ha protegido como pueblo; nos ha enviado profetas, nos ha enseñado su palabra para que la interioricemos, para que la pongamos en práctica, para que nos sintamos unidos a Él y a toda la humanidad.

Pero también desde el primer momento nos dio la libertad, para que cada uno sea responsable de sí mismo, de sus pensamientos y de sus actos, lo que ha llevado a gran parte de los que se sentían pueblo elegido, los preferidos, los cercanos, a querer ser como Dios, a considerarse superiores al otro, a excluir a los diferentes, a rechazar la sabiduría y la palabra de Dios. Se ha endurecido su corazón.

Con Jesús, viene nuevamente la luz para la salvación de todos, ya no puede haber distinción de pueblos. Si el pueblo elegido es duro de cerviz, hacerle saber que también nos dedicamos a los gentiles, a los que hasta ahora no habían oído hablar de Dios, a los que habían permanecido en el anonimato, a los que se sentían huérfanos, abandonados, olvidados, alejados, en soledad.

La difusión de la palabra y el amor de Dios hasta los confines del mundo comienza con Pablo y los discípulos, para que otros la escucharan, se alegrara su vida y su corazón, creyeran y alabaran a Jesús que se había entregado por amor y por la salvación de la humanidad.

Quienes caminan por el mundo anunciando el evangelio y siguiendo sus pasos, no lo tienen fácil. Sufrirán la desconfianza, la ofensa, el desprestigio, la persecución y la expulsión. Enfrente están los que ostentan el poder que no quieren que nada cambie para conservar sus riquezas, su posición y privilegios. También los que viven la religión para adorar a Dios, permanecer en los templos, pero alejados de los que tienen hambre y sed de justicia. Otros que tienen miedo a lo nuevo, a los cambios, a que puede ser peor, sin anhelo para buscar el bien común.

Jesucristo murió en la cruz, es el Cordero que da la vida, para que su sangre sirva para limpiar a aquellos que vienen de la gran tribulación, aquellos que son pobres, sufren, lloran, viven desesperanzados, perseguidos y encarcelados, incomprendidos y condenados. Dios los espera para celebrar el banquete de la vida, sin distinción de personas, razas, pueblos y naciones.

Jesús, aquí y ahora, ya nos está esperando para encontrarnos personalmente con Él, porque no quiere que nadie pasé ni hambre, ni sed; ni frío, ni calor; que caminemos a través de la paz y el amor hasta encontrar la luz que brille para siempre.

Jesús nos llama, de diferentes formas. En el silencio de la oración, en el niño que nace, en la persona enferma, en el joven sin trabajo, en el inmigrante que llega, en la mujer maltratada, en el descartado. Escuchemos y acompañemos a los humildes y sencillos, en ellos está el susurro de Dios. Dispongámonos a seguir al Buen Pastor Nos Conducirá Hacia Fuentes Tranquilas, donde aclamar a Dios.

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