V Domingo del TO
Por: Teresa Miñana. I.S.Vita et Pax. Valencia
Textos Litúrgicos:
Is 6, 1-2. 3-8
Sal 137
1Cor 15, 1-11
Lc 5, 1-11
“Rema Mar Adentro”
Comienzo a hacer este comentario litúrgico y siento en mi corazón todo el dolor que está sufriendo el pueblo palestino, la tierra donde Jesús predicó y vivió la buena nueva del amor, la vida y la misericordia. Parece ser que estas actitudes se están olvidando y muchos están soportando una guerra de intereses y desprecio por la vida humana.
Parece que el mensaje común de las lecturas de este domingo es una llamada a pedir perdón por los malos sentimientos y las acciones reprobables que hayamos podido mantener y por otro lado una respuesta de confianza total a la voz del Señor y a la invitación de Jesús a su seguimiento: “Aquí estoy, mándame” “Por tu palabra echaré las redes”
“Aquí estoy, mándame”, es el resumen de toda la misión de Isaías, un hombre tocado hasta lo más íntimo por la santidad de Dios y que reconoce su pecado y suplica misericordia. Esta respuesta es una disposición a servir a Dios, después de ser purificado y trasformado por la gracia.
Isaías es un profeta que descubre algo importante para su vida y que lo comunica a los demás para que también lo vivan. No se trata de un conocimiento intelectual sino de un descubrimiento de la propia esencia de hijo.
El imperativo de Jesús que dirige a Simón, también nos lo dirige hoy a nosotros: “Rema Mar Adentro”, es decir lleguemos a lo profundo de nuestro ser, invitación que nos hace a todos nosotros para que reconozcamos que es el propio Jesús quien está en lo profundo de nuestra intimidad, dando sentido a nuestra vida y nos invita a responder a su llamada y poder echar nuestras redes de compasión, solidaridad y reconciliación.
“En tu palabra echaré las redes” Es la respuesta de Pedro que pone de manifiesto toda la confianza en el Señor, y que puede ayudarnos a nosotros y analizar, ante alguna dificultad, cómo es nuestra respuesta y qué actitudes vivimos ante la enfermedad o cualquier desengaño que podamos sufrir.
Ante la redada tan grande de peces, el estupor se apodera de Pedro y de sus compañeros y Jesús se dirige a él diciendo “No temas”.
En el evangelio, en muchas ocasiones se nos dicen estas palabras de consuelo, que ayudan a abrir nuestros corazones a la fe en Jesucristo, pues por la fe constatamos que Dios actúa en todas nuestras circunstancias curándonos con su gracia del mal de la desesperanza, fortaleciendo nuestra debilidad, iluminando nuestras tinieblas.
Muchos estudiosos sostienen que la Resurrección de Cristo es la victoria de la vida sobre la muerte. ¿Cómo podemos comprender tal perspectiva?
Tal vez este pequeño cuento del área de la ecología que se encuentra en libro de Leonardo Boff: “Ecología, grito de la Tierra – grito de los pobres”, pueda responder a esta pregunta:
«En cierta ocasión un anciano y santo monje fue visitado en sueños por el Resucitado. Este, el Resucitado, lo invitó a pasear por el jardín. El monje accedió con entusiasmo y lleno de curiosidad. Después de caminar largo tiempo dando vueltas por el sendero del jardín como hacen aún hoy los monjes después del almuerzo, el santo y anciano religioso se atrevió a preguntar:
“Señor, cuando andabas por los caminos de Palestina, una vez dijiste que un día volverías con toda tu pompa y gloria, ¡pero esa vuelta se está demorando mucho!”. Tras unos momentos de silencio que parecían una eternidad, el Resucitado respondió: “mi querido hermanito: cuando mi presencia en el universo y en la naturaleza sea evidente; cuando mi presencia en tu piel y en tu corazón sea tan real como mi presencia aquí y ahora; cuando esta conciencia se vuelva cuerpo y sangre en ti hasta el punto de no pensar más en ello; cuando estés tan lleno de esta verdad que ya no necesites preguntar con curiosidad, entonces mi querido hermano habré regresado con toda mi pompa y gloria”».
Más no se necesita decir: el Resucitado está entre nosotros en el extremo del misterio; quien crea y sea sensible percibirá su presencia.
Esperamos que las lecturas de este domingo nos estimulen a dar una respuesta cada vez más confiada, para poder vivir el evangelio con alegría y anunciarlo a los demás de palabra y de obra.