29 Domingo del T.O. Ciclo A
Por: José Alegre. Zaragoza
Al Cesar lo suyo y..
A Dios lo suyo.
Si hay profesiones antiguas en la vida, las que se ocupan de coordinar la convivencia y la relación con el más allá no van a la zaga de otras a las que se les asigna la más larga longevidad. Y ninguna de ellas desaparece; en sus crisis periódicas renacen como ave fénix que alardea de un futuro muy vivo.
La figura de quien trata de organizar las funciones, tareas y servicios necesarios para la comunidad está presente desde antiguo. La presencia del chamán, que simboliza la presencia de lo inexpresable e invisible, también se atestigua en los ritos más primitivos. Las dos significan dimensiones de la vida humana que han encontrado expresión y función desde la primera aurora en que el ser humano hizo aparición.
No siempre han hecho buenas migas y no siempre han ido cogidas de la mano. Las tensiones entre ellas han sido frecuentes, las discrepancias continuas y las descalificaciones numerosas. Tanto, como los intentos de una y otra por subordinar y someter a la otra.
Sin entrar en la historia de sus escabrosas relaciones, todavía hoy mucha gente no ve con claridad la diferencia y los límites de separación entre ambas, porque hay veces en que las religiones quieren organizar la convivencia a su manera y son un desastre.
En ocasiones son los políticos quienes quieren acotar el ámbito de lo religioso y provocan reacciones airadas de quienes se sienten sometidos y recortados en sus libertades. Parecen, pues, dos parcelas muy celosas que no quieren intromisiones de extraños pero vigilan los pasos que ambos dan.
La Iglesia, que lleva dos mil años de relación con todo tipo de políticas, nos ha condensado su reflexión en una serie de documentos muy importantes que, juntos, forman la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y nos va indicando la idea que puede aclararnos cómo pensar y actuar en todos los temas de tipo social desde unos criterios fundamentales que orientan y no impiden la libertad de cada uno para decidir qué política quiere asumir.
Estos puntos son: Poner a todo ser humano, sea de la forma, raza o edad que sea, por encima de cualquier cosa. Somos lo más valioso que existe en el mundo, y la política debe organizarlo todo para que sirva a las personas en su construcción como proyecto humano y personal. Nuestra dignidad está por encima de todo.
A la vez, somos muy humanos, frágiles, débiles, necesitados de mucha ayuda y siempre de los demás. Por eso la solidaridad es un valor positivo a construir, porque el mal y la destrucción también es solidaria, arrastra a todos. Nos ayudamos o nos destruimos.
Pero nadie debe ser obligado a actuar por la fuerza; a todos se nos debe ofrecer la posibilidad de ser convencidos, sobre todo en nuestro interior. La libertad es un valor irrenunciable, siempre unida a la responsabilidad de nuestras decisiones. Deben dejarnos decidir y actuar, aunque nos equivoquemos. Los políticos, como los padres cuando nos hacemos mayores y autónomos, pueden aconsejarnos, nunca sustituirnos.
Cuando hay incompatibilidad entre mi interés personal y el bien de todos los demás, debo sacrificar mi interés, mi propiedad, mi bien, al de los otros. Es la actitud de servicio la que debe prevalecer sobre la de negocios, sin olvidar que los pobres son una obsesión a quienes debemos recordar siempre para mejorar su condición.
Conviene tener presente esto con frecuencia y mantenerlo en nuestra militancia política o social.
A Dios lo suyo