Retazos de su autobiografía
Mi vida comienza un
16 de Septiembre de 1917, en el seno de una familia de pequeños industriales madereros. Mis padres se llamaban Casimiro y Jacinta. Yo era el quinto y último hijo de una familia asentada en un pueblo de la montaña de Navarra, Espinal. Recibí la semilla de la fe por el bautismo, el mismo día de mi nacimiento, en la Parroquia de San Bartolomé.
Mi educación se cuajo en el pueblo donde residí con mis padres hasta que tomé la decicisón de ser sacerdote. Desde muy niño deseé ser sacerdote.
Ser cura fue en mí tan consustancial como el pensar. Pensé siempre en serlo. No había cumplido aún cinco años.
Cuando me llegó la hora efectiva de ir al Seminario, creo que hubiera cantado, con toda mi alma, de haber sabido: ¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor! Era mi sueño dorado.
Mi vida de Seminarista
En el año 1928 ingresé en el Seminario; en el curso 1936-37 se cierra a causa de la Guerra Civil, en 1938 abre de nuevo sus puertas.
En los años 1937-1939 se instaló en el balneario de Belascoain el resto de la comunidad benedictina del Monasterio de Nuestra Señora de Montserrat; llegaron a través del Pirineo supervivientes de la gran tribulación, que costó el sacrificio de 23 monjes. Acogidos, magnánimamente por el Arzobispo de la Diócesis, irradian el apostolado litúrgico por varias parroquias. Es en ese momento en el que el Seminario de Pamplona se abre, poco a poco, al Movimiento de Restauración Litúrgica y pone su sello en mi alma, el entonces teólogo Padre Franquesa.
En 1939 antes de ser ordenado diácono, fui nombrado secretario particular del entonces Arzobispo de Pamplona D. Marcelino Olaechea.
Recibí el Sacramento del Diaconado, en la Fiesta de Cristo Rey de 1939, yo sentí mi alma invadida del gozo del Espíritu Santo. Cuando el Obispo consagrante, puso sus manos sobre mi cabeza y dijo “Recibe el Espíritu Santo” me sentí irradiado por Él. Y cuando pienso en aquella hora como que siento en mi cabeza las huellas de las manos que me grabaron a fuego con el fuego del Espíritu Santo.
“El Señor se me daba del todo”
El 25 de Julio de 1940, en la Capilla de Palacio, allí tenía que ser, el Sr. Obispo me ordenaba sacerdote. El Señor se me daba del todo. Jesucristo me daba una participación eminente en su Sacerdocio. Me hacía como Él, Sacerdote y Víctima, para ofrecer y para ofrecerme.
En ese mismo año un grupo de jóvenes comprometidas en su comunidad eclesial, buscan una nueva forma de compromiso radical al servicio del Evangelio. Su deseo era vivir su compromiso evangélico en las realidades cotidianas de la vida, ejerciendo sus profesiones, realizando estudios y trabajos como los demás laicos, siendo un testimonio de servicio y disponibilidad para todos.
Las intuiciones de estas jóvenes coinciden con las del P. Cornelio, ya que también él ha sentido una llamada de Dios a vivir el seguimiento de Jesús de una forma nueva en la Iglesia. Desde ese momento las acompaña y ayuda a discernir su vocación laical y así se va gestando la semilla que más adelante llegaría a ser el Instituto Secular “Vita et Pax in Christo Jesu”.
Mi andadura
En estos primeros años de ministerio, 1943-1946, soy Prefecto de los alumnos de Teología en el Seminario Conciliar y profesor de Liturgia. Durante este trienio, introduzco en el Seminario el Movimiento de restauración litúrgica, que llevó a aquel centro docente a una vitalidad litúrgica que irradió a toda la Diócesis, poniendo los fundamentos de la pastoral litúrgica.
El Año 1946, D. Marcelino Olaechea, Obispo de Pamplona del que soy secretario particular, es trasladado a Valencia, allí dice que seguirá contando conmigo. En este momento me envía a Roma a completar mi formación. En esos años hago los cursos de licenciatura y doctorado en Derecho Canónico y el ingreso en la Pontificia Academia de Liturgia. “SACROSANCTUM CONCILIUM” del Vaticano II
Durante esta estancia en Roma, el Papa Pío XII publicaba dos documentos decisivos y de enorme resonancia eclesial:
-La Constitución Apostólica “PROVIDA MATER ECCLESIA”, Carta Magna fundacional de los Institutos Seculares, de 2 de Febrero de 1947.
-La Encíclica “MEDIATOR DEI”, sobre la Liturgia, de Noviembre de 1947, que sería punto de referencia y clave en la preparación de la Constitución.
Cuando se publicaba la primera, establecí un contacto providencial e inesperado con el padre de los II SS, Padre Larraona, tiempos más tarde Cardenal de la Santa Iglesia. Un contacto que fue estrechándose, más y más, y fue decisivo para la maduración, conducción y aprobación de Vita et Pax.
Terminado el curso del Doctorado en la Universidad Gregoriana, a finales de Julio de 1949, era incardinado en la Archidiócesis de Valencia para continuar la colaboración con D. Marcelino Olaechea, que me destinó al Convictorio de S. Eugenio, recién fundado para el entrenamiento pastoral y sacerdotal de los sacerdotes recién ordenados.
Simultáneamente, ocupé la Cátedra de Derecho Canónico en el Seminario Metropolitano y la de Derecho Parroquial en el Convictorio antes citado. Algún año después, ocupaba la Cátedra de Religión y Moral y de Deontología Médica en la Escuela de Ayudantes sanitarios, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia.
Los años 1956 – 1964, dedico una buena parte de mis energías a la formación y comienzo la redacción de los Estatutos del Instituto, para definir y lijar el carisma fundacional y preparar la LEX, por la que se rija el nuevo Instituto Secular que, día a día va cuajando.
El 6 de Enero de 1966, el Arzobispo de Pamplona, E. Delgado, erige en Instituto Secular de Derecho Diocesano la que hasta entonces ha sido Pía Unión.
El 20 de Mayo de 1968, S.S. el Papa Pablo VI me sorprende nombrándome Consultor para la Pontificia Comisión de revisión del Derecho Canónico. El mismo Papa repite este nombramiento en fechas de 1 de Marzo de 1973 y 25 de Abril de 1978. Cada nombramiento es para un periodo de cinco años.
El 25 de Enero de 1983, era invitado por el Papa Juan Pablo II para tomar parte en el año solemne de la promulgación del nuevo Código de Derecho Canónico. Y el mismo Papa, en fecha de Julio del mismo año, me concedió la medalla de Plata del Pontificado por la desinteresada colaboración prestada en la preparación del nuevo Código.
El año 1969, partiendo de la labor de preparación del Congreso Mundial de los Institutos Seculares, celebrado el año 1970, promuevo la creación de la Conferencia Española de Institutos Seculares (CEDIS), cuyos Estatutos redacto.
De los años 70 al 78, sigo la asistencia al Instituto Vita et Pax que simultaneo con otras labores de tipo eclesial universal, derivadas de las misiones que se me han confiado. El año 1975, el día 25 de Marzo, el día de la Encarnación del Señor, la Santa Sede concede Decreto de Aprobación Pontificia al Instituto VITA ET PAX.
En el año 1990, finalizada la V Asamblea General del Instituto, me retiro de las funciones de gobierno del mismo, salvo las que pertenecen al Carisma y me entrego a la labor de comentar los Estatutos y las Oraciones del Misal, escuela de espiritualidad de la Iglesia.