El cine es mágico, es todo un arte. Los espectadores somos receptores de sus aportaciones. Desde la identificación con los personajes y las situaciones hasta el aprendizaje, por sugerencias, tanto de resolución de conflictos como de posturas ante situaciones, etc., cumple con muchas de las finalidades del proceso de comunicación, establecimiento y desarrollo de las relaciones sociales. Por otro lado también nos sirve como entretenimiento que puede enriquecer, en algunos momentos, la creatividad . Es suma el cine es un arte rico en aportaciones a la experiencia humana.
Con esta página queremos compartir con quien la lea de algunos títulos que nos han sugerido y también queremos recoger aquellas sugerencias que nos aportéis, serán bien recibidas. Os agradecemos vuestra lectura.
Sinopsis
Daniel Daréus (Michael Nyqvist) es un director de orquesta de fama mundial. Ha llegado a lo más alto pero se siente solo, miserable y cansado de las servidumbres de la fama y el trabajo. Tras sufrir un infarto, Daniel decide poner fin a su carrera musical y regresar al pequeño pueblo en el que pasó su infancia, situado en una remota zona al norte de Suecia. Su llegada supone una pequeña revolución pues su popularidad le convertirá en objeto inmediato de curiosidad y fascinación entre los habitantes del pueblo, que le pedirán “consejo profesional” para el pequeño coro de la iglesia que ensaya cada jueves en el vestíbulo de la parroquia. A pesar de sus reservas iniciales, Daniel acepta el puesto y comienza a trabajar con el coro. Para su sorpresa, los ensayos le harán redescubrir su lejano y perdido amor por la música, al tiempo que los poco ortodoxos métodos de enseñanza del nuevo director despiertan en los miembros del coro numerosas emociones que irán cambiando sus vidas. Estos cambios parecen no gustar a alguno de los habitantes del pueblo, entre los que se encuentran el celoso párroco local y un peligroso y violento enemigo del pasado de Daniel. Ambos se enfrentarán a él y harán todo lo posible por impedir sus progresos con el coro. Pero Daniel también hará buenos amigos, como la adorable y sensible Lena (Frida Hallgren), una mujer que le ayudará a superar su miedo y su soledad.
Argumento de “De dioses y hombres”
Un monasterio enclavado en las montañas argelinas, en los años 90… Ocho monjes cristianos franceses viven en armonía con sus hermanos musulmanes. Pero paulatinamente la violencia y el terror se instalan en la región. A pesar de las crecientes amenazas que los rodean, la decisión de los monjes de quedarse a cualquier precio, se hace más firme día tras día…
Crítica
Es un drama francés ambientado en un monasterio de las montañas del Magreb en los años noventa, donde la tranquila vida de ocho monjes se ve interrumpida cuando se produce el asesinato de un grupo de trabajadores extranjeros por parte de integristas musulmanes. Basándose en hechos reales, Xavier Beauvois ha contado con unos magníficos actores que muestran la grandeza humana.
Película de Ricardo Darín aborda el compromiso de los ‘curas villeros’
J. L. CELADA | Concluido el rodaje de Elefante blanco, Ricardo Darín admitía que participar en este proyecto le había enseñado a dudar de su falta de fe. No es para menos. Gracias al último trabajo de Pablo Trapero, quizá muchos espectadores hayan recuperado también parte de la suya en la Iglesia católica. Porque el testimonio de compromiso que ofrece ese sacerdote al que aquí interpreta no puede –ni debe– dejar indiferente a nadie: consagrado o laico, creyente o no…
Tras un apresurado y violento prólogo en la Amazonía peruana, la cámara del realizador argentino nos traslada a una de las “villas miseria” de Buenos Aires, donde se hacinan miles de familias llegadas de países vecinos o expulsadas de la sociedad del bienestar que se alza a pocas cuadras.
Allí, desde hace décadas, los “curas villeros” desarrollan su ministerio pastoral y comparten la vida diaria con esas gentes abandonadas por casi todos, especialmente por las instituciones.
Elefante blanco –así llaman al hospital en construcción cuyo gigantesco esqueleto es hoy refugio de sin techo y jóvenes drogadictos– retrata sin pudor, aunque con exquisito respeto y alejado de paternalismos, un universo sometido al flagelo de la miseria y los enfrentamientos entre bandas de narcotraficantes. Un ambiente caótico y desolador por el que, sin embargo, se cuela el bullicio de la esperanza en forma de solidaridad vecinal o a través de la mesa compartida de la Eucaristía.
Claro que el padre de Leonera (2008) o Carancho (2010) clava su mirada nerviosa y siempre incisiva sobre su trío protagonista: dos servidores del Evangelio embarrados en cuerpo y alma (el propio Darín y Jérémie Renier) que se han “dado el lujo de ser pobres”, como ironiza la trabajadora social que les acompaña (Martina Gusman). Se trata de hombres de acción y de oración, probados en su celibato y en su capacidad de resistencia; expuestos al acecho del miedo y de la ira, pero decididos a combatir las diversas formas de violencia con un mismo amor. Ese que les impulsa a hacer suya hasta el extremo la plegaria de su recordado predecesor y mártir Carlos Múgica: “Señor, sueño con morir por ellos. Ayúdame a vivir para ellos”.
Digno exponente de un cine social (y religioso) abonado con frecuencia a desgracias resultonas y emociones de lágrima fácil, la nueva película de Trapero no se permite concesiones a su crudo realismo: ni en su radiografía del barrio ni en la crítica a los políticos o eclesiásticos de turno. Sí acusa, por contra, una evidente falta de ritmo, agravada por esa necesidad de seguir a salto de mata los conflictos “públicos” de unos personajes tan esquemáticamente definidos en su ámbito privado. Salvado este escollo, Elefante blanco se reivindica con toda su verdad: la que nos invita a (re)descubrir la fe como un don que se torna entrega generosa por los demás… y un lujo para estos tiempos descreídos e inciertos.
[La reseña está cedida por la Revista Vida Nueva]
Afganistán, convertido desde hace décadas en campo de batalla de soviéticos, talibanes, estadounidenses… es el martirizado escenario de La piedra de la paciencia, una nueva aproximación al universo femenino en los países islámicos, obra de Atiq Rahimi. Nacido en Kabul, aunque exiliado en Francia, este escritor y cineasta es también el autor de la novela que inspira su último trabajo detrás de la cámara: una historia que conjuga lo poético con la denuncia de la cruel realidad circundante.
El título nos remite a la mitología persa y a una “piedra mágica” que atiende las penas y secretos de quien acude a ella, hasta que un día salta por los aires hecha añicos, liberando al confidente de sus cargas. Un relato fantástico, pero que el director recicla con gusto e inteligencia para no perder de vista nunca el auténtico motivo de sus desvelos y principal impulso de sus creaciones: la terrible situación que atraviesan miles y miles de compatriotas, como la periodista y poetisa Nadia Anjuman, asesinada a golpes por su esposo y los familiares de éste en 2005, y que le (re)movió a escribir las poco más de cien páginas del original literario.
Protagoniza esta fábula tan actual una mujer al cuidado de su marido en coma (su particular “piedra de la paciencia”). Una bala alojada en el cuello le ha herido gravemente, pero es ella quien lo sufre. Circunstancia que aprovecha, sin embargo, para sentirse realmente escuchada por primera vez en diez años de matrimonio. Mientras, tras las cortinas de la desvencijada vivienda familiar, ráfagas de metralleta, bombardeos y explosiones nos recuerdan que la guerra no ha acabado.
Dentro de la casa, tampoco. Ante el cuerpo postrado de él, nuestra joven esposa, madre y heroína (la iraní Golshifteh Farahani acaparando cada plano con sus ojos penetrantes e inundando la estancia con la rabia y el desconsuelo de su drama) rememora en voz alta su relación con los dos hombres más importantes de su vida: un padre más pendiente de las peleas de codornices que de sus hijas, y un esposo tan preocupado por el alma y el honor que siempre la consideró “un pedazo de carne” objeto de “la mayor indiferencia”, apenas merecedora de un beso o una caricia y, las más de las veces, ni siquiera de una palabra o una mirada.
Son tales las confesiones que Rahimi pone en su boca acerca del abandono, el repudio, la violación y tantas otras humillaciones sufridas por la mujer en la mayoría de regímenes islámicos, que cabría suscribir la conclusión a la que llega su protagonista: “Los que no saben hacer el amor hacen la guerra”.
Una explicación demasiado simple al permanente estado de sometimiento y desamparo femenino, pero muy acorde con el tono de La piedra de la paciencia, un alegato de bellas imágenes –algunas verdaderos lienzos– e hirientes evidencias contra tamaña injusticia, y que debería ocupar un lugar destacado entre las películas que se han atrevido a denunciarla.
(La reseña está cedida por la Revista Vida Nueva)
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