Un Instituto secular es una asociación de personas -mujeres y hombres- laicas que viven en el mundo comprometidas con la realidad cotidiana, colaborando en la construcción de una sociedad más justa, solidaria y fraterna -el Reino anunciado por Jesús-, viviendo su consagración bautismal y siguiendo a Cristo a través de los consejos evangélicos.
Los Institutos Seculares, cuyo elemento esencial es la vivencia de la secularidad consagrada, son una realidad todavía muy joven en la Iglesia. Surgen en la primera mitad del siglo XX y son aprobados por el Papa Pío XII en 1947, en la Constitución Apostólica “Provida Mater Ecclesia”. Han nacido y se han desarrollado inspirados por el anhelo profundo de una síntesis entre estos dos polos:
- La plena consagración de la vida a Dios según los consejos evangélicos: pobreza, castidad y obediencia.
- La plena responsabilidad de una presencia y de una acción transformadora desde dentro del mundo para dignificarlo y santificarlo. (Pablo VI)
Gracias a esta síntesis vital entre consagración y secularidad, el miembro de un instituto secular aúna en su vida la pasión por Dios y la pasión por la humanidad. Se da totalmente a Dios y también al mundo, de modo que en el mundo se pueda percibir la sal del Evangelio, el perfume de Cristo. En esta síntesis de Secularidad y Consagración, ninguno de los dos aspectos debe ser infravalorado.