Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

En el nombre del Padre, del hijo y del espiritu santo
Domingo de la Santísima Trinidad
Por: Ana Cristina Ocaña. IS. Servi Trinitatis. Madrid

 

Textos Litúrgicos:

Dt 4, 32-34. 39-40
Sal 32
Rm 8, 14-17
Mt 28, 16-20

 

Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.
Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

 

Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad, el misterio de Dios. En las tres divinas personas encontramos una comunión de vida y amor, entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y ese misterio de la Trinidad se nos da a conocer por medio del Hijo, que se entrega en obediencia al Padre y que nos hace sentir su presencia en nuestras vidas por la acción del Espíritu.

Pero este misterio siempre es algo que nos trasciende y nos sobrepasa, pues pudiéramos contemplarlo como un amor lejano por el hecho mismo de su misterio insondable, sin embargo, dejando de lado la lógica humana, el misterio de Dios Trinidad se nos revela como un amor cercano que inhabita nuestro ser y espera que acojamos y amemos. Podría preguntarme en este día ¿qué imagen tengo de Dios Trinidad? ¿Tomo conciencia de que puedo adentrarme en ese misterio insondable?

Nuestra vida cristiana tiene su fundamento en este misterio en el que se manifiesta nuestra salvación. Y hoy en el evangelio Jesús nos dice “se me ha dado toda potestad” revelando así el cumplimiento de las palabras del Antiguo Testamento en las que se nos dice que el Hijo del Hombre recibiría el dominio, el honor y el reino a todos los pueblos y naciones que le sirvan (Dn 7, 14ss).

Pero ese poder de Dios Trinidad, no es ese amor que abruma nuestra pequeña naturaleza humana como simples criaturas dominadas, hasta verse anuladas, sino más bien al contrario, su potestad, su victoria se muestra sobre el pecado y la muerte a las que sí nos vemos sometidos, y es su victoria la que nos exalta en nuestra humanidad y nos hace capaces de un trato amoroso con la Santísima Trinidad que nos acoge en su seno con misericordia, habita en el centro de nuestro ser y nos toma como hijos y templos de su divina presencia.

Esa es la lógica de Dios, ese el amor inabarcable que nos ofrece y entrega, acoge y recoge, abraza y derrama en el misterio de comunión que nos comunica en las Tres Divinas Personas. ¿Cómo es mi entrega a ese amor que me habita y acaricia en lo más íntimo de su ser?

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