Domingo del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Por: Rosa Belda Moreno. Laica. Ciudad Real
Textos Litúrgicos:
Ex 24, 3-8
Heb 9, 11-15
Sal 115
Mc 14, 12-16. 22-26
¡Cuántas Veces Hemos Oído estas Palabras!
“Cumpliremos todas las palabras que ha dicho el Señor”. Así dice el Éxodo que contestó el pueblo a Moisés. Y roció Moisés al pueblo con la sangre de los sacrificios.
Vemos como es de larga tradición unir Eucaristía y Compromiso. Y así me siento llamada hoy: A fortalecerme en el compromiso con mis hermanos y hermanas; a comprometerme en la vivencia íntima y comunitaria de la Eucaristía.
“La sangre de Cristo podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas”. ¡Qué esperanzadoras estas palabras de Pablo! Por fin ha llegado nuestra liberación. Ya no es la sangre de los sacrificios de novillos sino la propia sangre de Jesús, que ha muerto, que se ha derramado en la entrega total y así su vida se ha hecho VIDA, y así nosotras vivimos plenamente.
A veces vivo apegada a todo lo malo que he hecho, dando vueltas absurdas y neuróticas a lo que podría ser y no es si yo hubiera tomado otras decisiones, o si no hubiera sucumbido a eso que me separa de Dios. “Dar culto al Dios vivo” significa afirmarlo hoy, dejando el pasado atrás, dejando de girar sobre mí misma y mirándolo solo a Él, que es la vida en plenitud.
¡Cuántas veces hemos oído estas palabras! Cada vez que las oímos son nuevas, o eso me parece, porque son presencia y luz para seguir caminando. Cada vez me siento más llamada a oírlas como si fueran únicas, primeras, originales. “Tomad, esto es mi cuerpo”. Siento que me lo dice a mí: “toma, te doy todo lo mío, yo estoy contigo para siempre”. “Esta es la sangre de la alianza”. Ya no cabe lo antiguo, las miradas al pasado, las discusiones estériles. Jesús es carne compartida y sangre derramada por nosotras. Es una fiesta, un don constante y renovado de Él que no cesa de amarte.
Hoy me fijo en esta frase en la que no había caído antes, tan rica es la Palabra que me invita a descubrir la novedad: “¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?” En esta pregunta de Jesús me quedo meditando y pienso en mi casa, en mi cuerpo, en mi interior, en mi historia, en mi vida. Jesús me hace la pregunta y yo la interpreto así: ¿dónde queda lugar para Mí en ti? ¿Cuándo me celebras y me disfrutas? ¿Lo haces solo en intimidad o te haces comunidad, aunque te cueste más, para acogerme? ¿En qué situaciones es Pascua hoy para ti? Esas preguntas y la que a cada una nos suscite son la llave para abrirnos siempre a más. Más Jesús y todo lo que significa. Más entrega a su modo y desde su fuerza, que no la mía. Su fuerza que irrumpe en mí y me sostiene. Su fuerza que me lanza al mundo sufriente y roto. Su fuerza que pone una alabanza en mis labios, un agradecimiento loco por degustar a Dios, el todo Otra.