Domingo I de Cuaresma, Ciclo A
Por: José Antonio Ruiz Cañamares SJ
A vuelta con las Tentaciones…
Tengo la impresión que los curas predicamos poco sobre el demonio, el diablo, “el enemigo de natura humana” o “mal espíritu”, como le gustaba denominarlo a Ignacio de Loyola. No sé bien si esto es cierto, y de serlo tampoco sé bien por qué no lo hacemos. Lo que sí es claro es que las lecturas de hoy nos advierten de esta realidad: estamos sometidos a la tentación. Y esto es tan real ahora como en los tiempos en que se escribió el Génesis y los Evangelios. Por algo Jesús nos invita en la oración del Padre nuestro a no caer en la tentación y a que se nos libre del malo, y en Getsemaní nos dice que hay que velad y orar para no caer en la tentación. Dicho de otra manera, no hay seguimiento verdadero del Señor sin discernimiento.
No se puede vivir pensando que lo del demonio es tema de otros tiempos, o que eso no va conmigo. Al igual que hay un Espíritu bueno que nos empuja y sugiere caminos de vida lograda y salvada, existe el espíritu malo, que sabe bien por donde entrarnos y que nos seduce y empuja por caminos de perdición. Y cuando nos derriba, allí nos deja solos en medio del lodo, siendo el buen Espíritu (que por esencia es ternura y misericordia) el que nos rescata, y nos vuelve a poner otra vez en pie para seguir caminando.
Las dos narraciones de las lecturas de hoy, tanto la del Génesis como la del Evangelio, tienen sus parecidos y sus diferencias. En los dos aparece la tentación, con la denominación de serpiente y de diablo. ¿Cuál fue el error de Eva? Sin duda: dialogar con la tentación. Siempre el mal espíritu es más astuto que nosotros y nos acaba engañando. Por tanto, lo que podemos aprender del relato del Génesis es que con la tentación nunca se dialoga; y, además, porque miente y nos promete lo que no puede dar.
Del relato de Mateo podemos aprender muchas cosas interesantes para nuestra vida espiritual. La primera es que hay que estar atentos en los momentos de debilidad y mayor vulnerabilidad por los que todos pasamos. Jesús llevaba tiempo sin comer, se encuentra débil y más vulnerable, y es entonces cuando el diablo aprovecha.
Lo segundo que aprendemos es que, a diferencia de nuestros primeros padres, Jesús no dialoga con la tentación, sino que le planta cara con la Palabra. Dicho a lo bruto, en vez de dialogar con la serpiente, le arrea un garrotazo en la cabeza. Pero tuvo que darle tres, y ni así la mató, sino que se fue hasta la próxima ocasión. Como a toda persona, también a Jesús la lucha contra la tentación lo dejó agotado y sin fuerza.
Es precioso cómo acaba el relato de Mateo: “Entonces lo dejó el diablo; en esto se acercaron unos ángeles y se pusieron a servirle.” Da la impresión que la lucha contra el diablo lo dejó tan exhausto que no bastó con la ayuda de un ángel y tuvieron que venir más de uno.
El comienzo de la cuaresma, a través de las lecturas de hoy, nos recuerda que hay que estar atentos a lo que en nuestra vida pueda haber de tentación, y que tenemos que incorporar a nuestra vida el discernimiento, para saber qué espíritu es el que mueve más nuestra vida. Necesitamos alimentarnos de la Palabra, como algo que nutre nuestra vida y nunca caer en la tentación de pensar que lo que dice la Palabra no puede ser verdad porque suscita en nosotros una gran esperanza. En mi opinión, todas las tentaciones tienen el mismo objetico: apartarnos del camino del seguimiento del Señor Jesús, y la mejor manera de hacerlo es sembrando en nosotros la duda y la desconfianza sobre lo que la Palabra de Dios nos dice, sugiere, amonesta o ilumina. Lo vuelvo a repetir, el Buen Espíritu nos ayuda a tener vidas logradas como seguidores de Cristo.
Termino con un deseo. Ojalá la cuaresma sea un camino de aprendizaje en el discernimiento personal para prepararnos mejor a descubrir “el paso” (las pascua) del Señor resucitado por nuestras vidas.