Adviento

Por: D. Cornelio Urtasun

Nace un nuevo Año Litúrgico y un nuevo Adviento comienza ya.

      En la frontera  misma de cada Año Litúrgico, la Iglesia nos brinda la celebración del ADVIENTO o Advenimiento, de la Venida del Señor. Una venida que es, a partes iguales, real, mistérica, vivificante, transfiguradora.

      Es una venida real. El que vino, hace XXI siglos, vuelve a venir ahora. El que viene ahora, volverá a venir al final de los tiempos, en la consumación de las cosas. ¿Cómo es posible que el que VINO, VIENE y VENDRÁ más tarde, a la hora de la consumación de las cosas? San Agustín nos responderá con una de sus frases geniales: “miro sed vero modo”: de manera tan verdadera como maravillosa.

      Venida también mistérica. Lo que hace XXI siglos se realizó en Belem, Nazaret, Jerusalén, el Tabor, Tiberiades, etc., de manera que la gente pudiera ver, palpar, hablar, hoy se realiza en el MISTERIO:  es decir, nuestros ojos no ven el acontecimiento salvífico que celebramos (Encarnación, Nacimiento, Epifanía, Transfiguración) mientras nuestras vidas se empapan del Misterio, del alma del Misterio que celebramos y que nos empapa de la Vida de Jesucristo.

      Finalmente es una venida transfiguradora. No cabe aspiración, meta, ni objetivo más grande que ése de dejarnos empapar del Señor; vivir en el Señor   como El vive en nosotros. Pero sí hay algo más. Y ese algo es SER el Señor. Llegar a una vida de identificación tan grande entre Jesucristo y el cristiano, que ya son un  único Amado, un sólo Jesús, bajo la apariencia de nuestra frágil personalidad.

                  * LA TRAMA DEL ADVIENTO

Tratando de hacer síntesis de los planteamientos de la Iglesia, podríamos centrarlos en estas ideas:

–   Viene, nuevamente, Jesucristo a nosotros;
–   Si viene, ¿cómo no prepararnos para su venida?
–   Además de prepararnos, ¿podríamos salir a su encuentro?
–   ¿Qué se trae Jesucristo, entre manos, con su nueva venida?

De todos los tiempos del Año Litúrgico, probablemente, ninguno es tan conmovedoramente expresivo como la liturgia del Adviento. Es  manifestar  la Iglesia su fe, a través de  su liturgia tanto sacrifical como laudativa.

Es  una consideración complementaria del Misterio que nos llevaría a  muchas reflexiones, en las que no es posible entrar de momento, pero que llevan a preguntarnos, con tanta razón: ¿cómo es posible esperar a quien ya tenemos, cómo tener al que esperamos? San Ambrosio, en un comentario sublime, trata de iluminar este tema haciéndose una serie de preguntas que las culmina  en una súplica  enternecedora:

            “Me creaste para verte y todavía nada he hecho de aquello para lo que fui creado.
             ¿Cuándo por fin, nos mirarás y escucharás?
             ¿Cuándo llenarás de luz nuestros ojos y nos mostrarás tu rostro?
             ¿Cuándo volverás a nosotros?
              Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca:
              porque no puedo ir en  tu busca a menos que Tú me enseñes.
             Y no puedo encontrarte si Tú no te manifiestas.
             Deseando te buscaré. Buscando te encontraré, amando te hallaré. Y hallándote te amaré”.

 * COMO PREPARARNOS A LA NUEVA VENIDA DEL SEÑOR

       Con cuánta razón nos debemos esmerar en prepararnos para recibir al mismo Jesucristo, en ello la Iglesia no se queda corta. En los textos en que plantea la venida del Señor, brinda cuáles son, cuáles deben ser los preparativos que debemos hacer: enderezar nuestras intenciones torcidas, desmochar nuestras tiesuras y orgullo, llenar los baches de nuestras deficiencias, suavizar  las asperezas… ¡Tantas cosas, Dios mío! Pero por encima de todas una: la  e s p e r a n z a. Esa convicción profunda, esa seguridad total de que viene, de que viene a salvarnos nuestro Dios.

      Para suscitarla, la Iglesia nos pone delante la esperanza de todos aquellos grandes amigos de Dios, los cuales, a través de la Historia de la Salvación, esperaron, a veces, contra toda esperanza, la Salvación de Dios. Y como encarnación de todos ellos, nos presenta al Profeta Isaías, con sus enseñanzas, oráculos, ejemplos.  Es la encarnación viviente de los creadores de la esperanza. De esa esperanza, la gran virtud del Adviento.

      Tratar de prepararnos, es tarea a la que debemos entregarnos con auténtica devoción e irá brotando en nosotros, bajo la acción del Espíritu Santo,  la bienaventurada esperanza de la venida salvífica.  Digamos una y mil veces:

                  “¡Cielos: lloved vuestro rocío,
                   que se abra la tierra
                   y germina al Salvador!”

* AL ENCUENTRO CON EL SEÑOR QUE VIENE

* PARA QUÉ VIENE NUEVAMENTE JESUCRISTO

     ¿Qué tienes, mi Dios, que mi amistad procuras…?

    Nosotros necesitamos preguntarnos lo mismo: ¿qué interés tienes Señor Jesús, que cada año vienes a visitarnos en tu Paz?

    La venida de Jesucristo es, entre otras cosas, transfiguradora, cristificadora. Pero esa transformación en El, es una obra global  tan fabulosa, que  necesita de tantas labores pacientemente parciales. Algo así como un Moisés de Miguel Ángel, hecho de tantos golpes de martillo, de cincel, de buril… Por un proceso similar, creo yo, que Jesucristo trata de transformarnos en Él, busca el resultado final, no un Moisés, sino un JESUCRISTO que piensa como Él, que habla como Él, que sufre como Él, que trae a los hombres la Paz, como Él, que pasa haciendo el bien a los hombres como Él…

    Viniendo a visitarnos en su Paz, quiere moldearnos, poco a poco con el “martillo” de la oración, de la contemplación… Y con el “buril” de una vida de fe, de esperanza y caridad, coordenado en su acción transformadora y la fuerza del Espíritu Santo, quiere que quede  reflejada, en nuestras vidas, toda la gracia y hermosura de los hijos predilectos del Padre.

 * DE ESPIRITU SANTO, EX MARIA VIRGINE

   Si llegada la plenitud  de los tiempo, el Adviento se hizo Navidad, fue gracias al Espíritu Santo y a la Virgen María. Los dos son irreemplazables en todo Advenimiento suyo. Hoy, como ayer, como siempre, Jesucristo viene por ministerio de María y por obra del Espíritu Santo.

Preparémonos con alegría al Misterio de su Nacimiento, velando en oración y cantando su alabanza.

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