Al encuentro de los extraños, de los diferentes

20º Domingo del T.O. Ciclo A

Por: M. Jesús Laveda. Vita et Pax. Guatemala

al encuentro de los extrañosLas tres lecturas de este domingo tienen, a mi parecer algo en común: El profeta Isaías nos dice que también los extranjeros que se han adherido al Señor forman parte de la casa de Dios. Y acogerlos tiene que ver con la justicia de Dios que está a punto de manifestarse. Pablo habla de que también a los que no son judíos tiene algo que decirles, ya que igualmente a   ellos les alcanza la misericordia de Dios. Mateo nos relata la curación de la hija de la mujer cananea, que no pertenece al pueblo elegido de Israel.

Me voy a centrar en el evangelio.  La narración del relato sitúa el acontecimiento a las afueras de Israel. Jesús entra en región gentil, pagana.

Aquí se va a dar el diálogo sanador, liberador, entre una mujer cananea y Jesús.

Es una mujer con iniciativa. Sale de su casa y va al encuentro de Jesús. Expresa en voz alta su necesidad. La necesidad del sufrimiento de su hija le obliga a salir a la búsqueda del tú diferente. Movimiento de apertura. Irrumpe al paso  de Jesús que también está en camino al encuentro de los extraños, de los diferentes. Jesús se dirige a Tiro y Sidón. Al desplazarse ambos, han favorecido el encuentro.

Esta mujer grita la enfermedad de su hija: “mi hija está atormentada por un demonio”. Ella sabe que esta enfermedad la margina de la sociedad, y la sitúa fuera del orden establecido. Jesús enfatiza el carácter judío de su misión al responder a la mujer tan duramente “no se debe echar a los perros el pan de los hijos”. No niega la ayuda, sólo la pospone.

La mujer insiste  en el grito pidiendo la sanación, permanece en la súplica, reclamando el derecho a que su hija sea curada. Modelo de discipulado, de mujer sanadora, en reclamar lo que es suyo. La mujer razona con Jesús, pero no está de acuerdo en todo con él. Razona y modifica su razonamiento.   Ella replica: “Es verdad, Señor, pero los  perritos,  comen las migas que  caen de la mesa de sus patrones”.

 

En el diálogo de Jesús con la cananea destaca la palabra de la mujer. Tiene voz propia. Se enfatiza en el texto la capacidad dialogante de la mujer.  Ella inicia el diálogo y tiene interés en que éste no termine. Su palabra es una provocación constante a Jesús, pretende que no la ignore. Jesús, no solo entra en el diálogo, sino que modificará la percepción que tiene de la mujer. Hay palabras en la vida que son sanadoras, que despiertan lo mejor de la otra persona, que liberan. La palabra insistente de esta mujer, cambia la perspectiva de Jesús. De verla como pagana,  la reconoce como discípula, mujer creyente, “mujer, qué grande es tu fe. Que se cumpla lo que deseas”.

Es cierto, no son hijos; los paganos no pertenecen al pueblo judío, pero forman parte de la familia. Es como decir, es cierto, no somos hijos, pero formamos parte de la familia. Soy de la casa, soy diferente, en la mesa del Reino nos sentamos distinto, pero el que da unidad en esa mesa es el Señor, que la preside.

Aquí se está debatiendo el papel de las mujeres gentiles en el seno de la comunidad: la mesa del Reino es también para los gentiles. La mujer cananea pertenece a los márgenes, reclama justicia y defiende los derechos de los excluidos, los paganos. Se empodera, toma conciencia y hace que los demás reconozcan sus derechos.

Ella se entiende como mediadora e interlocutora válida de la gracia que Dios otorga. Se reconoce con el derecho a participar de la salvación para ella, para su hija, para otros y otras. Llama a Jesús Señor, tanto de judíos como de paganos. Y si lo reconoce así, está exigiendo, al mismo tiempo, que actúe como tal. Afirmación creyente muy profunda. Está desafiando la piedad de Jesús. Está en juego la participación de los gentiles en la comunidad cristiana,  en la mesa del Reino.

La sabiduría de la mujer pagana hace posible que se centre la atención del relato en ella y sus demandas, que acaban modificando la actitud de Jesús respecto de ella y su petición de sanación.

¿Cómo escuchan Jesús y la mujer? La escucha transforma a los implicados en el diálogo. Jesús cambia su perspectiva del proyecto del Reino y entiende que deben participar en la comunidad del banquete del Reino  los gentiles y  las mujeres. La mujer también cambia; introduce la variable de quién es el grupo que debe participar del banquete del Reino: la misión de Jesús también va dirigida a los gentiles.

El diálogo entre la mujer y Jesús permite que Jesús cambie sus esquemas y modifique su propia conducta en relación a las mujeres, la propia Misión y la pertenencia al Reino.

Es evidente que el texto reinterpretado desde la mujer, es liberador para ella y su entorno. Porque es reconocida, escuchada, valorando su actuar, reconociendo su poder de liderazgo, aceptada en su propio discurso que incorpora en los demás, en este caso en Jesús, nuevos esquemas y planteamientos que permiten abrir el espacio del Reino a otras gentes marginadas para  que sean reconocidas como parte  de la familia de los hijos e hijas de Dios.

En este punto surge la pregunta para hoy y para toda persona que busca liberarse, liberar, ser sanada y sanadora, que sale al encuentro de Jesús y forma parte de sus seguidores. ¿Cómo acogemos a aquellas y aquellos que no forman parte de nuestro “grupo”, nuestra “iglesia”?

Será necesario escuchar de nuevo la voz de aquellas  personas que viven en los márgenes, los diferentes, no reconocidos en su misma dignidad y  derecho de pertenencia al Reino y, como Jesús, cambiar nuestra actitud de acogida de su propia verdad.

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