Por: Victoria Cañas. Directora General. Vita et Pax. Pamplona
“Mira que estoy en la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20)
Bienvenidas a esta Asamblea. Hoy se cumple esta palabra para nosotras, hoy es día de gracia y gozo. Jesús se presenta en medio de nosotras, sabe que necesitamos su presencia, y pide permiso para entrar en nuestra casa. Le abrimos nuestra puerta y le ponemos en el centro de nuestra labor de estos días.
Es momento de hacer un alto en el camino, compartir experiencias, de evaluar lo que hacemos, y cómo hacemos lo que El nos ha confiado.
Tiempo de acción de gracias por el testimonio dado, la semilla enterrada generosamente, el esfuerzo y energías que a lo largo de estos últimos seis años hemos ido aportando en Europa, África y América para la construcción del Reino. Porque Dios a pesar de nuestra pequeñez y debilidad ha seguido contando con nosotras y ha realizado su obra.
Releyendo el libro de la Apocalipsis me preguntaba si el Espíritu, que suscitó nuestra vocación, que nos llama a transformar el mundo, que nos invita a vivir en medio del mundo, a ser sal, que sazone el ámbito del trabajo, a ser luz que alumbre los nuevos retos de la sociedad, nos diría hoy al Instituto algo parecido a esto:
Bien conozco:
que escucháis y acogéis con fe mi Palabra
de vuestros deseos de fidelidad
de vuestros esfuerzo, generosidad y compromiso para construir el reino
de vuestra entrega y vuestros anhelos
de vuestro interés por trasformar el mundo en que vivís
del esfuerzo que hacéis en prepararos para servir mejor
de vuestro servicio a los más necesitados
de vuestra universalidad
que tenéis un sentido social y solidario y compartís vuestros bienes con los demás
Pero atención:
al acomodamiento y miedo al cambio
a buscar seguridades
a la falta de ilusión
a la rutina, cansancios y desánimos
al activismo
a la desesperanza por la realidad institucional
al exceso de confianza en vuestras propias fuerzas
a la rebaja en vuestros anhelos de radicalidad
a la voz del Espíritu y los gritos de la humanidad
a vuestra coherencia de vida
a los criterios del mundo que se os van pegando
a la falta de fraternidad entre vosotras
Es Bueno:
recordar que os llamé a compartir mi utopía
fiaros de mi Palabra
recordar la acción de Dios a lo largo de vuestra historia que ha de hacer llegar a los otros la Vida de Dios
confiar en que estoy con vosotras y os necesito en el mundo para dignificar la vida y construir una nueva fraternidad reconciliada, donde todos tengan cabida.
ser coherentes para que vuestro testimonio sea creíble
cultivar la relación con Dios
volver constantemente a la radicalidad evangélica
De otra manera
yo os seguiré amando y llamando a la misión
pero vuestro fermento no removerá la masa
vuestra parcela en la sociedad se volverá insípida
la luz se apagará
vuestro Carisma se diluirá
vuestra misión se quedará sin hacer
Porque esto nos dice el Espíritu, a la que oye, le daré parte en mi herencia: saboreará el amor, disfrutará de la vida que comparto con mi Padre y gozará de mi paz. Será “fermento del evangelio en el mundo”
Es verdad que somos una pequeña familia, la mayoría mayores y con las limitaciones propias de la edad.
Muchas de nosotras no tenemos el vigor del principio cuando íbamos expandiéndonos por el mundo, abriendo nuevos campos de irradiación, pero lo mismo antes que ahora, allí donde estamos, seguimos sembrando semillas de Vida y Paz.
Nuestra vida de tantos años de servicio y donación va quedado sembrada en el surco.
Son tiempos de búsqueda sencilla, sincera, humilde, dada nuestra fragilidad y pequeñez, pero también serena por haber vivido y experimentado tanto.
Es momento de animarnos, de vivir en esperanza, y coherencia. No dejarnos llevar por la tentación del desanimo o el pesimismo.
“De un tronco viejo brotará uno nuevo”.
Convencernos que de los troncos viejos puede brotar vida nueva.
Tenemos que cultivar la esperanza.
Puede que se nos multipliquen los interrogantes: cómo a mis años, cómo en mi jubilación, cómo siendo tan mayores podemos dar vida nueva? Hay que tener fe en la fuerza del Espíritu.
Porque sabemos de quien nos hemos fiado,
No caigamos en la tentación de decir, ”Yo…ya”,
Es imposible… Todo es posible para Dios Lc 18,27
Estoy demasiado cansada… venid a mí, las que estáis cansadas yo os daré el descanso Mt 11,28-33
No puedo seguir adelante… te basta mi gracia 2 Cor 12,9
No se lo que va a pasar… yo dirigiré tus pasos Prov 3,5-6
No puedo hacer eso…. lo puedes con mi ayuda Flp 4,13
Tengo miedo… no os he dado un espíritu de temor 2 Tim 1,7
no tengo suficiente fe… he dado una medida de fe a cada uno Rm 12,3
Me siento sola… no me olvidaré de ti jamás Heb 13,5.
Ante nuestra mayoría de edad, siempre podemos irradiar serenidad, amor incondicional, gratuidad, interioridad, y ante la impotencia y debilidad de los últimos años de la vida, ayudarnos a fomentar la esperanza y el deseo del encuentro definitivo con Dios
No olvidemos a las más jóvenes, para ellas son tiempos de, “soñar”, proyectar juntas el futuro, buscar caminos y responder a los retos de la sociedad.
Siempre podemos cambiar. Superar el conformismo, las rutinas, la autojustificación, los pretextos. Hay que empezar ya.
-Siempre podemos dar otra imagen más evangélica-
“Te aconsejo que me compres colirio para que te des en los ojos y recobres la vista” (Ap 3,18)
A veces, contemplando nuestro mundo puede faltarnos el aliento. Vivimos en un mundo convulso y lleno de contrastes, donde los avances científicos y tecnológicos nos llevan a constantes cambios. Donde los intereses económicos, los conflictos de poder, el armamento nuclear, acaparan la atención porque la seguridad de unos parece tambalearse y cada vez aumenta más la desigualdad, y el “bienestar” de unos pocos convive con el “malestar” de otros muchos.
El paro, el desahucio, la corrupción, la violencia, están a la orden del día y frente a ello marchas multitudinarias que reclaman derechos; campañas de solidaridad que dan de comer o defienden el bien común, la justicia y la paz. Vidas entregadas por defender a los más desfavorecidos; los “indignados” se multiplican.
Asistimos a un ir y venir continuo de gentes, unas siguen llegando, aun a riesgo de sus propias vidas, y otros tienen que salir por labrarse un futuro.
Nos movemos en una sociedad intercultural y multicolor donde el respeto y el dialogo se hacen imprescindibles.
Vivimos una crisis de valores, de increencia, y por otro lado, cuanta gente, a su manera, intenta hacer nuevas experiencias buscando encontrar un sentido a sus vidas.
Con sorpresa también, recibíamos la noticia de la renuncia del Papa Benedicto XVI, con todo lo que ella significa, y acogíamos al Papa Francisco, que pareciera romper moldes y abrir ventanas.
Es, en este mundo, donde debemos saber buscar y acoger los signos de vida y paz que los otros nos ofrecen, donde tenemos que compartir nuestra esperanza, contribuir a transformar el mundo, porque poseemos la Vida de Dios en nosotras. Estamos implicadas en la vida de los demás, respetándola y queriéndola hacer más digna, comprometidas en la reconciliación de la humanidad, queriendo hacer realidad el proyecto de Dios. En nosotras no cabe el estancamiento ni la esterilidad.
Queremos desde el Encuentro de Jesús y con los hermanos, mirar al mundo de hoy y seguir haciendo presente el Reino de la vida y de la paz. Queremos como Jesús, involucrarnos en el mundo y con la humanidad, con una vida más austera y solidaria, buscando la justicia y la fraternidad.
He ahí el lema de nuestra Asamblea,
”Vita et Pax al encuentro de Jesús y su Reino con la mirada de hoy”,
¿Cómo hacerlo?
Recordemos lo que nos decía el P. Cornelio:
“Sin ningún mérito, por nuestra parte, por pura misericordia de Dios, hemos recibido un carisma adorable: Vivir de la vida de Jesucristo, como éste vive de la de su Padre. Somos llamados a ser no solamente imagen viva de Jesucristo, sino, Jesucristo mismo, hecho persona, visible y tangible en nuestras vidas, en medio de los hijos de los hombres, de manera que, seamos una nueva Encarnación en medio de los hombres”. (I Convivencia de Guatemala, 1991)
“No son muchas las cosas por las que valga la pena de complicarse la vida, porque “pasa la figura de este mundo” (1 Cor 7,31)
Pero Re-Encarnar a Jesucristo en nuestras existencias, ser otro Cristo, CRISTO MISMO, dejar la piel como la dejó el Maestro, para DAR LA VIDA AL MUNDO (Jn 6,36), amando hasta el extremo (Jn 13,1) y dándole la Paz, sí QUE VALE LA PENA.
Prestarle al Maestro, manos, palabras, cuerpo, alma, mente, corazón, a fin de que continúe entre los hombres el camino de la misericordia iniciado en los días de su vida mortal, sí que vale la pena de una VIDA y de mil vidas.
Sobre todo cuando todo va enfocado a DAR LA VIDA AL MUNDO y de dar al mismo mundo LA PAZ.” (Padre Cornelio, Convivencia 1976)
Es la razón de la encarnación de Jesús,”He venido para que tengan vida”(Jn 10,10) y Jesús nos da vida , entregándola por nosotros. Solo quien entrega la vida, da vida y hace vivir.
Si participamos de la vida de Jesús, tenemos que ser personas vivas, vivas a los problemas del mundo; vivas a las necesidades de los demás. Hemos de estar en primera línea de la lucha contra las fuerzas de la muerte: enfermedad, pobreza, soledad, analfabetismo… en pie de guerra contra todo lo que empobrece o disminuye la vida. Hemos de procurar siempre hacer crecer la vida.
Gracias a cada una por vuestra presencia. Somos conscientes de ser las representantes de esta pequeña familia reunidas aquí para buscar juntas el camino a seguir en esta nueva etapa. Partimos desde nuestra propia realidad, de los trabajos y reflexiones en los que todas hemos participado en este curso y las iluminaremos desde la fe. No queremos dejar de lado nuestra realidad, pero tampoco perder la utopía que nos hace vivir en esperanza y con alegría. No podemos renunciar a hacer realidad las expectativas que Dios tiene sobre nosotras.
Sentimos en nuestra tarea el apoyo de todo el Instituto, de las que aún caminan y de las que se fueron. Sentimos especialmente, el apoyo del P. Cornelio. Os invito a vivir estos días especialmente abiertas al Espíritu, dejándole ser protagonista, iluminándonos a la luz de la Palabra y de nuestros propios Estatutos. Con actitud de diálogo sincero, respeto y estima mutua, buscando lealmente la verdad.“Haya unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso y caridad en todo” (Art. 95).
María, camina junto a nosotras, pendiente de lo que necesitamos y atenta a echarnos una mano, si “hacemos lo que Él nos diga”.