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Domingo XXXIII TO.
Por: Andrés Huertas. Presbítero. Madrid

Textos Litúrgicos:

Dan 12, 1-3
Sal 15
Heb 10, 11-14.18
Mc 13, 24-32

El anuncio sobre la venida del Hijo del hombre ocupa el centro del discurso, dándole a todo él una fuerte tonalidad cristológica.

Los dos primeros versículos describen una estremecedora conmoción cósmica con imágenes típicas de la tradición profética y apocalíptica. (véase Is.13 10; 34 4; Dn.7 13-14…).

A la pregunta inicial de los discípulos sobre el cuándo, Jesús responde con una comparación parabólica y su aplicación respectiva: la de la higuera (Mc 13 28-29).

TRES SENTENCIAS SOLEMNES.

Entre este lenguaje parabólico se encuentran tres sentencias solemnes (Mc.13,30.31.32). Ellas constituyen el núcleo de la respuesta:

-La primera habla de inmediatez y viene a ser la conclusión lógica de la parábola de la higuera, que ilustra el cuándo de los signos premonitorios 30)).

-La tercera habla de ignorancia sobre el momento concreto y puede considerarse como la introducción idónea a la parábola que la sigue, ilustrativa de la venida del Hijo del hombre (32).

-La sentencia central posee por su situación un relieve especial. En ella se afirma la certeza del hecho en base a la palabra infalible de Jesús (31).

Esta certeza de algo sobre lo que no cabe hacer previsiones y cálculos, pero que para el cristiano debe estar siempre cercano, origina la actitud de una vigilancia constante y responsable (30).

Vigilancia que excluye tanto la impaciencia como el sueño, tanto el temor como el relajamiento. Implica lucha, esfuerzo y renuncia para evitar, por una parte, la fuga hacia la utopía y, por otra, el estancamiento en la situación presente.

RESUENA LA PALABRA

De entre los escombros de todas las «caídas» celestes y terrestres una rama se expone tierna con sus yemas presagiando la primavera (v.28).

Cuando las realidades que parecen inamovibles … Cuando todo lo solemne y definitivo se muestra inconsistente, inseguro … Cuando las grandes teorías y los más sabios quedan reducidos a palabras vacías … Cuando todas las seguridades se vuelven inconsistentes … sin sentido … El “misterio de Dios” emerge secretamente “como un brote” humilde y oculto desde las profundidades de esa persona humana que ha sabido alumbrar al “Hijo del hombre” (v.26); que ha sabido mirar las nubes y las honduras, “los cuatro vientos” (v.27) y escuchar en su secreto la sentencia definitiva “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (v.31).

EN DEFINITÍVA,

Confrontarse con el “poder y la gloria” (v.26) es confrontar la vida con el solo poder = el amor y confrontar la existencia con la sola gloria = la cruz. Ahí encontramos nuestro juicio, nuestro sentido y nuestro futuro en la gloria del amor, en el triunfo de la vida sobre la muerte.

Ante tantos agoreros paralizantes nosotros no escrutamos el “cómo”, ni el “cuando”; nos centramos en la mirada, en el horizonte; y el amor henchido sabiendo que el Señor está cerca, a la puerta, “llegando”; en el latido frágil de tu corazón está el futuro, lo definitivo, lo eterno: el “día después” ya está presente en ese amor, en ese latido.

PARA EL DIÁLOGO Y LA EXPERIENCIA

    • ¿Qué nos sugiere esta parábola?
    • ¿La interpretamos hacia fuera o hacia dentro?
    • “Estas cosas”, ¿nos suceden a nosotros, a los otros, o a la sociedad?
    • “Está cerca, a la puerta” (v.29) ¿de quién?, ¿de quienes?
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