Colaborar con el Reino

Domingo XV T.O.

Por: Conchi Ruiz. Mujeres y Teología. Ciudad Real

Colaborar por el reino

Colaborar con el Reino. El profeta Isaías compara la palabra de Dios con la lluvia y la nieve que caen del cielo, y vuelven a Él una vez cumplida su misión. Así será la palabra de Dios que volverá a Él habiendo dado abundantes frutos.

El salmo 64 canta la generosidad que Dios tiene con la tierra, la llena de bendiciones y en sus surcos nacen frutos abundantes.

Pablo en su carta a los Romanos da a entender con estas palabras tan elocuentes: “… la humanidad entera gime con dolores de parto…”, cómo a pesar de los dolores que acarrea la vida, las personas vivimos esperanzadas y anhelamos un mundo mejor, la llegada del Reino.

San Mateo en el evangelio del sembrador nos muestra un ejemplo muy gráfico de la iniciativa/propuesta que Dios tiene hacia nosotros, así como de nuestras respuestas hacia Él.

Es frecuente que al leer o escuchar el evangelio del sembrador demos un rápido repaso a nuestras vidas para así identificarnos con alguno de los supuestos que la parábola nos presenta: ver en qué momento estamos, qué obstáculos nos impiden la siembra, …

De entrada, todos/as somos tierra buena, abundante, generosa. Tierra dispuesta para la siembra. Aunque nos cueste reconocer la bondad en ciertas personas, habrá que esperar o mirar más a fondo, pero también son tierra buena dispuesta para la siembra. Dios vive en cada uno de nosotros, nuestra misión es encontrarnos personalmente con Él, sentirnos habitados/as por su presencia. Dejarle ser y hacer en nuestras vidas.

Visto en la teoría es fácil pero después están los cardos, las piedras, la falta de agua y riego, las tormentas, que traducidos a una realidad cotidiana aparecen como: la búsqueda de reconocimiento, el egoísmo, el individualismo, la envidia, el orgullo, el afán por el dinero, por el poder, la autosuficiencia, la inconstancia, la desconfianza, el vivir sólo de apariencias, el consumo, el exceso de ruidos, las prisas, el activismo, la falta de trascendencia, buscar el beneficio personal en todas las situaciones, … y así podríamos seguir con una larga lista de obstáculos que impiden poner a punto la tierra de nuestro corazón para la siembra.

A pesar de todo Dios no se cansa de insistir, de llamarnos, de invitarnos, de esparcir semillas de mil formas y maneras, de extender sus manos generosas, de abrazar nuestras miserias y limitaciones, de empujar nuestros vagos deseos por seguirle, por ser tierra buena, … Dios no se cansa de querernos como somos, de acompañar con paciencia nuestros procesos personales, de perdonar, … pero necesita nuestra ayuda, necesita que pongamos nuestro corazón a su disposición para hacer posible esa tierra buena y fecunda. Nos necesita para hacer visible el Reino.

No busquemos a fuera lo que está dentro de nosotros, la tierra buena está en nuestro corazón. Abramos bien los ojos y agudicemos los oídos para ver y oír la propuesta que Dios nos hace para colaborar en la construcción del Reino. ¿A qué esperamos?

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