Compartiendo Vida en la España vaciada

Por: M. Ángeles Sanabria. Vita et Pax. Ceinos (Valladolid)

Compartiendo vida en la España vaciada

I. La situación actual

Vivo en un pueblo de cien habitantes. Cada año disminuye su población por muerte o porque se van a una residencia. En la zona hay 81 pueblos, total 21.000 habitantes, de los cuales, 5.000 forman el pueblo más grande. Tenemos 81 parroquias con unos 20 curas al frente. Su pastoral es de puro mantenimiento, o sea, rutinaria: misas, novenas, procesiones, funerales… (Mi párroco que tiene 6 parroquias tuvo 10 funerales en 15 días; 1 bautizo al año o ninguno; de las bodas, si las hay, se encarga el alcalde…).

Gente mayor, mucha resistencia al cambio, mucha soledad, enfermedades, derivaciones a residencias… Los pocos matrimonios jóvenes, por razón de los estudios de los hijos, viven en la ciudad, cuidan la tierra y rebaños de día y por la noche vuelven a Valladolid.

Despoblación creciente y muy preocupante. Intentos de frenarla desde instancias civiles. Desde las instancias religiosas está todo por hacer. Ningún intento.

II. Qué hago yo aquí

Va a hacer cinco años que me jubilé. Los tres primeros años los pasé cuidando a mi padre, totalmente dependiente, con la ayuda de mi hermano, de alguien cercano a la familia y una mujer que contratamos. Mi padre falleció y apareció mi enfermedad, de cuyo tratamiento y consecuencias sigo dependiendo. Entre tanto, la persona que nos ayudaba contrajo una enfermedad rara. La acogimos en casa porque quedó inválida. Hemos tramitado su pensión y el regreso a su país.

Mi quehacer principal es ser ama de casa, sin tiendas en el pueblo, ni carnicería, ni panadería… Tenemos que ir a la compra a Medina de Rioseco a 20 kms o a Valladolid, a 60 kms.

No puedo decir que voy al voluntariado como tal, pero sí que intervengo con muchas personas en su vivir y sufrir cotidiano; unas emigrantes, búlgaras especialmente: mujeres maltratadas, mujeres abandonadas que se ven obligadas a dar su hijo en adopción porque no puede sacarlo adelante… Otras españolas: personas mayores con mucha soledad, depresiones, viudas, problemas familiares, algún problema de sectas…

Visito residencias, de momento a cinco. También estoy encargada de la liturgia en algún pueblo.

En este contexto, el día a día con sus pequeñeces es una historia ante la cual lo más importante es estar, valorando las circunstancias y aprovechándolas para dar testimonio de solidaridad y de fe cristiana. Vivir en el pueblo es una opción que he hecho, las consecuencias, como en todos los sitios, será ir viendo.

III. Qué se podría hacer

La despoblación está en la raíz de casi todos los problemas. Es necesario proporcionar medios a las zonas rurales para que sus gentes no tengan que emigrar, por ejemplo: implantar industrias que den puestos de trabajo, mejorar el transporte público, dar facilidades a las pequeñas explotaciones, posibilitar la integración de los emigrantes y que puedan fijar su residencia en las zonas rurales…

En esta situación la Iglesia parece que no se ha enterado y sigue organizando la pastoral como si los pueblos fuesen como hace cincuenta años: cada uno con su cura y su liturgia. Por eso, es urgente organizar el culto, la catequesis y la pastoral en general, preparando a los seglares para que puedan asumir responsabilidades.

No se está dando pasos desde la Iglesia para luchar contra la despoblación. Su pastoral ignora esta realidad; la escasez de clero ofrece una pastoral rutinaria que solo la gente mayor, cada vez menos, sigue por costumbre. No podemos esperar que el pueblo por sí solo cambie, si antes no se revitaliza la formación y la pastoral desde los seminarios. ¿Quién tiene que promoverlo?

Entre tanto, intentamos poner parches donde nos dejan, como en mi caso. Yo antes hacía celebraciones litúrgicas con un grupo de mujeres, ahora ya no puedo. Los pocos intentos anteriores se han frenado desde arriba.

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