Por: Secretariado de Formación y Espiritualidad de Vita et Pax.
Del 5 al 17 de agosto 2016 tuvo lugar nuestra LXIV Convivencia. Sí, ya es la número 64, el tiempo pasa rápido, sobre todo, cuando se está bien. Tener la oportunidad de poner en común la vida, una vida cuyo centro está habitado por Jesús, es un regalo que apreciamos en todo su valor. Y, como es habitual, tuvimos un poco de todo: oración, Eucaristías vivas, cursillos, piscina, risas, cervecitas, reflexión, confidencias en la oscuridad…
Victoria Cañas nos dio la bienvenida recordando a las ausentes que ya Viven y a las que por diversas circunstancias no pueden participar. También nos hacía una invitación a abrir puertas “en este año en el que se nos llama a hacer presente el rostro misericordioso de Dios, a restaurar el amor en nuestra sociedad, abrimos la puerta al mundo y es casi imposible no padecer con su realidad, pasar indiferentes ante ella sin conmovernos… Abramos también la puerta hacia el interior de nosotras mismas, nuestros grupos y centros porque nuestro prójimo, nuestras próximas, son las que tengo al lado, con las que Dios quiere que caminemos juntas…”.
De estas palabras de acogida se extrajo la oración del primer día que titulamos “Mujeres misericordiosas” y se nos motivaba así: “En esta “puerta santa” de la Convivencia, ofrecemos a Dios nuestros gestos de misericordia –vividos o deseados- en la fraternidad y que repercuten en toda la humanidad”. Fuimos desgranando y rezando las 14 obras de misericordia concretándolas en nuestro ser y quehacer comunitario.
Los dos cursillos se nos presentaron ricos en contenido y exigencia. Carmen Barba nos habló de “Cuidar la fraternidad”. Y nos proponía tres pasos: 1. Ser una misma. 2. Ayudar a ser. 3. Construir un nosotros/as. El ser humano, decía, no hace experiencia de Dios, ES experiencia de Dios. Somos hijas amadas de Dios, pero no hijas únicas, tenemos muchas hermanas y hermanos, hijas e hijos muy amados como yo. Aquí radica la fraternidad.
Javier Vitoria nos compartió sobre “Jesús profeta”. No se trata de saber más, nos aclaraba, sino de ser profeta hoy. El profeta, la profetisa, es la boca de Dios. La voz de Dios en una doble dirección: en el anuncio del cumplimiento de la promesa de Dios y en la crítica con la realidad y las prácticas religiosas no acordes con esa promesa de Dios. De Jesús se debe predicar no sólo la caridad, también la fe y la esperanza. La sabiduría de Jesús nace de su experiencia religiosa e interpretó esta experiencia como llamada, como vocación a transmitir lo que había descubierto y lo expresó con la idea judía del Reino de Dios.
Otro momento fuerte de la convivencia fue el trabajo por “generaciones”. “No digas nunca no puedo, personas y grupos con pasión”. En este trabajo se nos invitaba a la pasión por nuestro ADN. Las personas identificadas con su ADN institucional viven con orgullo su sueño, están contentas por el hecho de compartirlo, irradian energía, fuerza, amor por lo que hacen, ilusión y carisma desde la diversidad y pluralidad que las expresa. Ser mujeres apasionadas supone estar comprometidas con el proyecto y el sueño de la institución a la que pertenecemos, poder decir con orgullo: me apasiona mi ADN Vita et Pax. ¿De verdad me apasiona?
El domingo 14 fue libre para la mayoría, otras, las Directoras de los Centros o delegadas tuvieron trabajo. Reflexionamos sobre la vida de nuestros Centros tomando como base el art. 131 de los Estatutos y lo acordado en la IV Asamblea General.
Una novedad de esta convivencia fue la información de la economía anual. Cambiamos el día y trabajamos mañana y tarde. Se nos recordó que no hay comunión espiritual si no hay comunicación de bienes, también temporales. Frente a la filosofía del acaparar, acumular, almacenar… la propuesta y alternativa cristiana es la de compartir. Compartir es más que dar, compartir exponiéndose de algún modo a que falte, contando con la posibilidad de que algún bien valioso para mí me sea arrebatado. No podremos eliminar el hambre en el mundo pero sí podemos aportar cada una y cada Centro nuestra “gota de agua” para que ese hambre disminuya. Y se nos preguntaba a qué “gota de agua” nos comprometíamos personalmente y como Centro.
La fiesta de la Asunción de María nos calentó el corazón y nos introdujo en la tienda para el encuentro con Aquél que nos ha llamado y por el que comprometimos nuestra vida: Jesús de Nazaret.
Como cada año, concluimos alegres y con el deseo fuerte de seguir caminando y mejorar en la dirección del Reino de Dios.