V Domingo de Cuaresma
Por: Sagrario Olza. Vita et Pax. Pamplona
Creadas/os Para Vivir
“Camina, Pueblo de Dios… Mira allá, en el Calvario, en la roca hay una Cruz…” Este canto, propio del Tiempo de Cuaresma, nos puede recordar que ya estamos en el 5º domingo, subiendo a Jerusalén, desde donde ya podemos vislumbrar la Cruz, lugar de suplicio y de muerte y punto de partida del que “…todo renace a la Vida en la Nueva Creación”.
En la Primera Lectura, el Profeta Ezequiel habla al Pueblo de Israel, que vive en el exilio por haber sido infiel a la Alianza, y le anuncia que Dios le va a liberar para que pueda volver a su tierra. Describe al Pueblo como si fueran los huesos en un sepulcro; el Señor los sacará de los sepulcros, infundirá en ellos su Espíritu y vivirán. (Ez. 37, 12-14)
En la Segunda Lectura, San Pablo dirigiéndose a los cristianos de Roma, considera que ya no viven “en la carne”, sino “en el Espíritu”. Como consecuencia: “Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a vuestro ser mortal por medio del mismo Espíritu” ( Rom. 8, 8-11).
San Juan nos relata en su Evangelio lo ocurrido en Betania, en casa de sus amigos, los tres hermanos: Marta, María y Lázaro. Las dos mujeres, envían aviso a Jesús de que Lázaro está enfermo. Parece que Jesús no se da prisa por acompañar a sus amigos en este momento difícil. Cuando llegó, Lázaro había muerto “y llevaba cuatro días enterrado”. Marta sale al encuentro de Jesús y le expresa una especie de reproche y petición “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá” ( Jn.11, 21-22).
Este saludo-petición de Marta da lugar a la respuesta-clave de Jesús: “Tu hermano resucitará”. Marta responde: “Sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dice: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?” (Jn. 11, 23-26).
Y ésta es la razón en la que se apoya nuestra fe. “¿Crees esto?” Creer significa confiar en Aquel que se lo preguntó a Marta y nos lo pregunta también a nosotras/os; significa esperar con confianza en la verdad de su respuesta.
Todo el capítulo 15 de la Iª Carta de San Pablo a los Corintios, es una “Catequesis” sobre la resurrección, la de Cristo y la de todos. Y llega a decirles: “Si la esperanza que tenemos en el Mesías es solo para esta vida, somos los más desgraciados de los hombres”. (15, 19-20).
Me atrevería “a corregir a San Pablo” al considerarnos los más desgraciados “si nuestra esperanza en el Mesías es solo para esta vida porque esta fe-esperanza confiada en Cristo Jesús es base y soporte para vivir humanamente: como ciudadanos, respetando los Derechos de todos, como miembros de la única familia humana, creando fraternidad… Pero nuestra vida, la vida que conocemos y experimentamos, no termina… se prolonga, está llamada a permanecer…
Volvemos a las palabras de San Pablo: ”Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros… también dará vida a vuestro ser mortal…”
“Camina, Pueblo de Dios…” Continuamos “subiendo a Jerusalén” y seguimos escuchando y reflexionando: “¿Crees esto?” Quizá podemos contestar: “Sí creo, pero ayuda a mi fe”. (Mc. 9,24)
También puede ayudarnos en la reflexión el Antiguo Testamento, leyendo el “Libro de La Sabiduría” (Sab. 11, 24-26):
“Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho;
si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado.
Y ¿cómo subsistirían las cosas si tú no lo hubieses querido?
¿Cómo conservarían su existencia si tú no las hubieses llamado?
Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida”
¡¡CREO, SEÑOR, AMIGO DE LA VIDA!!