Domingo 7º T.O. Ciclo A
Por: Maite Menor Esteve. Vita et Pax Guatemala
Vivimos en un mundo dividido por las fronteras, los nacionalismos, los resentimientos, venganzas, rencores, odios y violencias.
Los intereses particulares, de pequeños grupos o élites, se anteponen al bien común. La brecha entre ricos y pobres aumenta, cada año los millonarios son más millonarios y los pobres son más pobres…
Vivimos en un mundo sumido en profundas contradicciones: por una parte diariamente mueren 8.500 niños de hambre y por la otra, más de 1900 millones de adultos de 18 o más años tienen sobrepeso, de los cuales, más de 650 millones son obesos. Hay un discurso de igualdad entre hombres y mujeres pero cada día aumenta la violencia contra ellas.
¿No nos da vergüenza como humanidad? ¿Hasta dónde vamos a dejar que este mundo se degrade y se deshumanice hasta el extremo que no nos reconozcamos como seres humanos y miembros de la especie humana?
Hoy en el Evangelio Jesús nos invita a una nueva manera de relacionarnos, de mirarnos y de tratarnos, anteponiendo la persona sobre cualquier otro interés. “Habéis oído que se os dijo: amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo en cambio os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen…”
Hoy Jesús nos invita a mirar al otro, a los otros como miembros de la familia humana, superando las divisiones y dejando a un lado las diferencias de raza, color, sexo, idioma, nación, orientación sexual, opinión política, religión, posición económica o cualquier otra condición. Así lo proclama el artículo 2 de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. Derechos que hoy en tantos lugares del planeta están amenazados y violentados.
Jesús no vino a enseñarnos una religión, de eso se encarga Pablo de Tarso. Jesús, como dice Pedro Arnold, vino a enseñarnos un humanismo, cómo comportarnos los unos con los otros, nos muestra una nueva manera de relación, sin odios, ni rencores, sin superiores ni inferiores, sino en igualdad de condiciones.
Nos muestra que hay que prestar al que lo necesita, no como los “usureros”, sino prestar sin intereses. Nos habla de un Dios que está presente en todos, que lo penetra todo y que hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre justos e injustos.
Hoy Jesús nos invita a ser como Dios, a actuar como lo hizo Jesús, acogiendo a todos, aceptando a todos sin marginar a nadie por su color o nacionalidad.
¿Qué mundo tendríamos si todos los que creemos en el Dios de Jesús, actuáramos como nos enseñó? ¿Cómo trataría Jesús a los migrantes que vienen buscando una vida digna? ¿Qué les diría a los políticos de turno que manipulan con la religión e imponen el dios en el que ellos creen? ¿Qué le diría Jesús a la jerarquía de la Iglesia que pone cargas sobre los hombros de los creyentes que ni ellos son capaces de soportar?
Necesitamos encontrarnos con el evangelio y con las palabras y vida de Jesús, para recuperar nuestra propia humanidad y para descubrir qué mundo es el que Dios quiere, aunque creo que lo sabemos teóricamente pero nos falta coherencia.
Y recuerdo una frase de Adela Cortina que dice así: “El motor de la historia hoy, es la coherencia entre lo que pensamos, creemos y hacemos”.
Aprovechemos estos domingos para el encuentro con la Palabra que nos mueva a una experiencia mística que nos haga vivir más en plenitud la relación con la Divina Sabiduría.