Fiesta de la Asunción de la Virgen, Ciclo B
Por: Marita Oliver. Vita et Pax – Pamplona
Dejarse mirar
Las lecturas de hoy nos invitan a afinar los sentidos para que nos alcance la vida. Piden una apertura a su acción, tanto dentro de nosotras como a nuestro alrededor, y a lo que ello provoca en nuestro ser.
¡Escucha, hija, mira… él es tu Señor!. Estas palabras del salmo nos introducen en la festividad de hoy, en nuestro ser filial, en esa mirada de Dios que nos hace vernos como hijas y reconocerle como Señor.
En ella se reconoce María: “Se alegra mi espíritu en Dios porque ha mirado la humillación de su esclava”. María se sabe mirada por Dios, y al participar de esa mirada es capaz de verse y reconocerse desde Él, cantar su dicha: proclama mi alma, se alegra mi espíritu, me felicitarán… Y reconocer la acción del Otro: “su misericordia llega generación tras generación…, hace proezas…, dispersa a los soberbios, derriba a los poderosos, enaltece a los humildes…, auxilia”. También en nosotras suscita una narración.
La mirada de Dios le da la identidad de hija, le da la misión y el sentido de su existencia, marca un giro en su vida y, con ella, en la de los demás: “desde ahora…”. Dios siempre nos abre al futuro, en Él aprendemos a reubicarnos. Es la mirada que nos da la existencia, la conciencia del otro y de mí misma, la que nos reconoce en relación y nos permite aprender a mirar y mirarnos desde Él, a dejar que las cosas se recoloquen y nos muestren horizontes.
En este cántico María nos enseña a mirar la vida desde abajo para construirla, a tener una mirada liberadora que se compadece del sufrimiento ajeno, que reconoce la dignidad del otro, que descubre el valor vivificador de lo pequeño y oculto.
¡Escucha, hija, mira… él es tu Señor!. Tanto María como Isabel escuchan, sienten y reconocen la presencia de la otra y la acción de Dios en ellas. En la escucha aprendemos a descentrarnos, a hablar y callar a su tiempo, a bendecir y posibilitar la vida. Aprendemos a hacer de nuestros oídos lugar donde resuenen los sonidos de la vida y empujen nuestra acción.
María que en la escucha observó la necesidad de Isabel, nos habla de esos pies presurosos que no dudan en ponerse en camino, en atender la necesidad que se nos presenta en el escuchar y mirar, y en saber permanecer el tiempo necesario. Queremos que nuestros pies se hagan próximos y revelen al Dios con nosotros.
Este modo de disponernos ante las situaciones: mirar, escuchar, reconocer al otro en su identidad, nos proyecta y nos pone en marcha. Hoy tenemos muchas distracciones -y no solo tecnológicas-, que esconden la pregunta de qué y cómo escuchamos y miramos.
María en su experiencia de Dios rememora su misericordia. Queremos participar de esa memoria agradecida por la misericordia experimentada que nos hace exclamar ¡es el Señor!