¡Despertemos de una vez!

Domingo XXVII  del T. O. Ciclo C

Por: Maite Menor Esteve. Vita et Pax. Guatemala

Mirando el mundo y la realidad que nos rodea es fácil caer en la ¡Despertemos de una vez!tentación de decir a Dios, como el profeta Habacuc: “¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio, sin que me escuches?” ¿Hasta cuándo vas a consentir que el mundo esté como está, con tanta violencia, guerras, injusticias, exclusiones, e iniquidades? Muchas personas piensan y esperan, que Dios arregle lo que nosotros desarreglamos con nuestras conductas y decisiones, tantas veces egoístas. Y se nos olvida que nuestro mundo está así porque nosotras hacemos para que esté de esta manera. Parece que nos quedamos de brazos cruzados esperando que Dios solucione los problemas, que nosotros mismos, creamos en la humanidad y el planeta…

¡Despertemos de una vez! Dios no va a hacer lo que no hagamos. Dios nos invita a que trabajemos de verdad para que otro mundo sea posible, que nos arremanguemos y nos pongamos a “servir” de forma que construyamos un mundo más humano, más justo, más ético, donde todos y todas podamos vivir con dignidad.

Hoy Pablo le dice a Timoteo: “Te recomiendo que reavives el don de Dios…” Tal vez eso es lo que nos falta y necesitamos, buscar en lo más profundo de nuestro ser esa presencia de Dios que nos empuja hacia todo lo que es humano y justo, esa presencia que nos insta a que miremos a quienes viven en condiciones infrahumanas para que seamos solidarias y les ayudemos a salir de sus infiernos particulares. Vivimos tan volcadas para fuera, tan pendientes del exterior y del qué dirán, que estamos un poco disociadas y descentradas de nosotras mismas. Necesitamos encontrarnos con el Dios de Jesús en nuestro interior… nos urge escuchar su palabra y su mensaje para que nos mueva a construir el Reino, ese Reino que “dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos”, como expresa el Magnificat en Lc. 1,51-53.

El mensaje de Jesús nos invita a humanizar, a crear relaciones más justas y equitativas, a construir un mundo más amable para todos y todas, fruto de la experiencia del amor de Dios en nosotras y de la experiencia de esa unión con él, como sugiere Lucas 17, 6, “Si tuvieran fe como una semilla de mostaza, dirían a esta morera: arráncate de raíz y plántate en el mar, y les obedecería”, Jesús nos hace descubrir que esa experiencia que llamamos fe, nos impulsa a  realizar grandes obras, signos del Reino como vivir la fraternidad, la sororidad, la inclusión, la solidaridad, la igualdad, los valores, la ética, la eco-justicia, todas las dinámicas contrarias que los poderosos implementan en los países pobres, eso significa mover montañas.

 

Utilizamos cookies propias y de terceros, para realizar el análisis de la navegación de los usuarios. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso. Puedes cambiar la configuración u obtener más información aquí. ACEPTAR
Aviso de cookies
Translate »