LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
“Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal”
Día 15 de agosto, Fiesta grande. María, celebrada como Asunta al cielo, nos invita a mirar hacia arriba de una manera especial. Queremos mirar hoy a la Madre con nuestros ojos más esperanzados que ven en ella la primera hija de una humanidad destinada a la gloria, a la participación de la plenitud en Dios que nos consigue Jesucristo, Salvador y Señor.
Ella, seguridad de lo que esperamos, aclamada y enaltecida en su glorioso tránsito, es imagen de lo que seremos, promesa de lo que viviremos.
Dichosos los que escuchan cuál es la voluntad del Señor y la cumplen, nos decía Lucas en la Misa vigiliar. Bendición dirigida a María, bendición que se extiende a todas las personas que a lo largo y ancho de este mundo buscan hacer el bien.
Vamos a adentrarnos en la Solemnidad de la Celebración, en el libro del Apocalipsis que nos muestra una visión simbólica, luminosa. Arca de Dios y María compartiendo una misma misión: ser santuario de Dios, morada de la gloria del Padre; la Mujer, adornada con el sol, la luna y las estrellas, frente a quien busca barrer con su fiereza toda bondad. ¿Misión imposible?
Parece esto un relato de ciencia ficción colado en un tiempo remoto; pero no, es un símbolo que llena nuestro ser de gozo porque escuchamos una voz poderosa que pronuncia unas palabras extraordinarias: “Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo.”
Y sigue la liturgia (salmo 44) ensalzando la humildad, la sencillez, la pobreza, con una procesión de “hijas de reyes” que salen al encuentro de la Reina. ¿María?
Me gusta pensar que es una clara alusión a Ella que ha dejado prendado al Rey, su Señor. Y vuelven a mí las palabras del comienzo “dichosos los que escuchan…”
Cuando hablamos de María no puede faltar la alusión firme y clara de la Pascua: “Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos…”
“… después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo”.
Y vuelta a otro tema recurrente hoy “… aniquilado todo principado, poder y fuerza…” Vemos nuevamente al dragón del Apocalipsis que barría el cielo con su cola y a Pablo decirnos “el último enemigo aniquilado será la muerte”.
Y todo esto en nuestro siglo XXI, en un mundo golpeado hoy por una dolorosa y terrible pandemia, mundo donde tantas mujeres y hombres viven sin justicia y sin derecho; donde parece que el mal, el egoísmo, la soberbia, nos manipulan y entristecen.
Estamos, si seguimos adelante, otra vez ante la Palabra de Dios que a través de Lucas nos vuelve a ofrecer la Vida, la Paz, la Alegría, el Servicio, la Acogida, la Generosidad.
María e Isabel juntas, proclamando la grandeza del Señor, bendiciendo a ese Fruto de ese Vientre, declarando que el Poderoso es quien hace cosas grandes, derriba del trono a los soberbios y levanta a los humildes.
Día grande este día de la Asunción que une la profundidad y grandeza de la Madre, enaltecida sobre los coros de los ángeles, privilegiada por su obediencia y fidelidad al plan de Dios, con la religiosidad sencilla, festiva, tradicional, del pueblo llano que le honra y hace centro de sus fiestas patronales.
Nos felicitamos con la Asunta al cielo, la Bienaventurada.
Nos gozamos de su presencia en esa realidad a la que estamos destinados y que esperamos alcanzar.
María, feliz tú, porque has creído y has sabido compartir tu Don.